Unidos por la salud

Pertenece y transforma la comunidad de pacientes

ASPAYM ha celebrado la segunda sesión del programa formativo ?Conociendo mis derechos y recursos?, centrada en esta ocasión en derechos laborales, prestaciones e incapacidad permanente. Esta iniciativa online está dirigida a personas con discapacidad, sus familias, profesionales de entidades federadas y cualquier persona interesada en conocer mejor sus derechos legales y sociales.

En esta nueva cita, el abogado Lorenzo Pérez, de la entidad Fidelitis, ha explicado en detalle la legislación vigente en torno a las pensiones por incapacidad permanente y gran invalidez, así como las compatibilidades entre el empleo activo y el cobro de estas prestaciones. Durante su intervención, también ha abordado aspectos clave como la normativa laboral, los procedimientos de solicitud y revisión de grados de discapacidad y las vías legales disponibles ante posibles vulneraciones.

La jornada ha contado además con el testimonio en primera persona de Carmen Arias, socia de ASPAYM Madrid, quien ha compartido su experiencia enfrentándose a los retos burocráticos y legales en el acceso a sus derechos. Su intervención ha servido para ilustrar cómo estos procesos pueden generar incertidumbre y obstáculos que requieren de información clara, acompañamiento y asesoramiento profesional.

Un compromiso con la autonomía personal

El ciclo formativo se desarrolla gracias a una subvención del Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, con cargo a la asignación tributaria del IRPF y del Impuesto sobre Sociedades. Esta acción refuerza el compromiso de ASPAYM con la promoción de la igualdad de oportunidades y el impulso de la autonomía personal de las personas con discapacidad.

La Navidad suele llegar acompañada de mesas llenas, dulces por todas partes, cambios de horarios y mucha emoción. Todo ello forma parte de la fiesta, pero también puede pasar factura al aparato digestivo de toda la familia, especialmente en quienes conviven con el síndrome del intestino irritable (SII), un trastorno funcional que afecta a alrededor del 15% de la población y se caracteriza por dolor abdominal, hinchazón, gases y alteraciones del tránsito intestinal.

?La Navidad es una época muy especial, pero también puede convertirse en un ?desafío digestivo? para personas con SII o con una mayor sensibilidad intestinal, especialmente para los más pequeños?, señala Ana Isabel Ortiz, gerente del Área de Salud de Grupo Farmasierra, que propone afrontar estas semanas con una ?rutina digestiva consciente en familia?: una manera de organizarse que combina hábitos saludables, planificación y cierta flexibilidad para poder disfrutar sin sumar malestar.

Proteger el intestino de los más pequeños

En la infancia, las molestias digestivas navideñas tienen mucho que ver con los dulces, las bebidas azucaradas, la excitación constante y la falta de descanso. El objetivo no es prohibir, sino ayudarles a regularse.

La doctora Ortiz recuerda que los niños necesitan cantidades más pequeñas que los adultos. Por eso, adaptar el tamaño de las raciones a su edad y alternar los turrones y chocolates con opciones más ligeras ?fruta, frutos secos naturales, elaboraciones caseras menos cargadas de grasa? puede marcar la diferencia. Comer despacio y en un ambiente tranquilo también es clave: cuando aceleran, tienden a tragar más aire, lo que favorece la hinchazón y las digestiones pesadas.

Las bebidas azucaradas y con gas merecen una mención aparte. El gas incrementa la distensión abdominal y el exceso de azúcar altera el tránsito intestinal. El agua debería seguir siendo la bebida principal incluso en los días festivos. Y, pese a que ?las vacaciones invitan a trasnochar?, mantener una mínima regularidad en el sueño ayuda a que el intestino y el sistema nervioso de los niños se regulen mejor.

Por último, conviene no infravalorar el impacto de la sobreexcitación: los nervios por los regalos, las visitas, el ruido y los cambios de rutina pueden aumentar las molestias en niños con sensibilidad intestinal. Reservar pequeños espacios de calma, usar técnicas sencillas de relajación o ?bajar revoluciones? antes de dormir puede reducir ese impacto.

Cuidar la digestión también en los adultos

En los adultos, las principales amenazas digestivas de estas fechas son las comidas muy ricas en grasas, el alcohol, las largas sobremesas y los cambios de horario. En personas con intestino irritable, estos factores pueden desencadenar brotes de dolor, hinchazón o alteraciones del ritmo intestinal.

Comer con calma, respetar en lo posible los horarios habituales y escuchar las señales de saciedad ayuda a evitar el típico ?me he pasado? que llega al final de muchas comidas navideñas. Elegir platos principales a base de carnes magras o pescado, con guarniciones sencillas de verduras cocinadas de forma suave, permite disfrutar del sabor sin sobrecargar el sistema digestivo.

Moderar el alcohol y limitar las bebidas carbonatadas reduce la irritación de la mucosa gastrointestinal y la distensión abdominal. Dormir bien sigue siendo un aliado fundamental: el descanso reparador influye en el llamado eje intestino-cerebro y disminuye la sensibilidad digestiva.

La actividad física también suma. Un simple paseo después de las comidas favorece el tránsito intestinal y ayuda a reducir la sensación de pesadez. Y, en lo emocional, conviene no olvidar que el estrés y las tensiones familiares típicas de estas fechas pueden exacerbar los síntomas del SII; reservar momentos de desconexión y autocuidado no es un lujo, sino una medida de salud digestiva.

Microbiota intestinal

La microbiota intestinal ?el conjunto de microorganismos que habita en el intestino? desempeña un papel decisivo en el bienestar digestivo. Durante la Navidad, los cambios en la dieta (más grasas, azúcares y alcohol) y en las rutinas pueden alterar su equilibrio.

Ortiz recuerda que cuidar esta microbiota pasa, en primer lugar, por mantener una alimentación rica en fibra, frutas y verduras, evitar los excesos continuados y respetar, en la medida de lo posible, los horarios de comida y descanso. Además, determinados probióticos han demostrado en estudios clínicos que pueden contribuir a estabilizar la microbiota y a reducir algunos síntomas digestivos en personas con síndrome del intestino irritable, tanto en adultos como en niños. Su uso siempre debe valorarse con el profesional sanitario que lleva el seguimiento, especialmente en el caso de menores o de personas con otras patologías asociadas.

Proyecto de familia

La propuesta de una ?rutina digestiva consciente en familia? invita a pensar la Navidad no sólo como un periodo de excesos inevitables, sino como una oportunidad para que niños y adultos aprendan juntos a cuidar su intestino sin renunciar al disfrute. Se trata de anticipar los días más intensos, equilibrar comidas, ofrecer alternativas ligeras, respetar horas de sueño, reservar espacios de calma y escuchar las señales del propio cuerpo.

Para quienes conviven con síndrome del intestino irritable, estas estrategias pueden marcar la diferencia entre unas fiestas vividas con molestias constantes o unos días en los que los síntomas se mantengan bajo control. Y para el resto de la familia, son pautas útiles para llegar a enero con la sensación de haber disfrutado, pero también de haber cuidado la propia salud digestiva.

La disfagia, o dificultad para tragar, es una alteración que afecta a millones de personas en todo el mundo y cuyo impacto clínico, social y económico sigue infravalorado. En España, se estima que el 5,6% de la población adulta presenta algún grado de disfagia, una cifra que se eleva hasta el 10,3% en unidades geriátricas y al 7,5% en servicios de neurología. Ante esta situación, la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) ha insistido en la necesidad de mejorar el diagnóstico precoz y establecer estrategias de atención individualizada que eviten complicaciones como la desnutrición, la deshidratación o la neumonía aspirativa, una de las consecuencias más graves y potencialmente mortales.

?Debemos sospechar la presencia de disfagia cuando un paciente al comer o beber tosa con frecuencia, le cambie la calidad de la voz, se desature (disminución significativa del nivel de oxígeno), sea incapaz de mantener el bolo alimenticio en la boca, no pueda realizar el sello labial, babee, le quede comida en la boca o a nivel faríngeo tras la deglución, no pueda tragar el bolo alimenticio en una única deglución, sufra frecuentes infecciones respiratorias, se deshidrate con frecuencia o se desnutra?, ha explicado Emilia Cancer Minchot, vocal de Asistencia de la SEEN y miembro del Área de Nutrición de la sociedad.

La importancia de la deglución radica en sus objetivos: nutrir e hidratar adecuadamente. Pero si se altera su eficacia se produce desnutrición y/o deshidratación. Es más, si la deglución no se produce de forma segura se pueden producir aspiraciones orofaríngeas que condicionan infecciones respiratorias. ?Hasta un 50% de los pacientes que presentan aspiración desarrollan neumonía, siendo la complicación más temida de la disfagia, ya que constituye 5-15% del total de las neumonías adquiridas y puede tener una mortalidad asociada del 50%. No es un problema menor?, ha añadido la doctora.

Consecuencias médicas, sociales y económicas

Todas estas alteraciones tienen consecuencias importantes: empeoran la calidad de vida y la supervivencia del paciente y aumentan las estancias hospitalarias y los costes sanitarios. Especial atención requieren los mayores que presentan presbifagia (dificultad para tragar que se produce con la edad): entre el 10 y el 30% de los mayores de 65 años presenta algún grado de disfagia, superando el 80% en mayores de 80 años. En pacientes frágiles e ingresados, la cifra también se incrementa de forma notable.

Además, la enfermedad puede conducir a aislamiento social, ya que el miedo a atragantarse y la necesidad de texturas modificadas dificultan la participación en comidas familiares y sociales. ?Muchos pacientes dejan de disfrutar de algo tan cotidiano como comer. Esto afecta a su bienestar emocional y a su integración social. El tratamiento no solo es clínico, también humano?, ha señalado la especialista. 

La gravedad de sus consecuencias hace necesario establecer medidas terapéuticas que permitan evitar sus complicaciones. El tratamiento puede ser compensatorio, rehabilitador o una combinación, de ambos, e incluye: adaptación de texturas y viscosidades (evitando alimentos con grumos, pegajosos, duros o con líquido en su interior), posturas seguras durante la ingesta, higiene oral estricta, espesantes y aguas gelificadas para garantizar la hidratación, menaje adaptado, supervisión del cuidador y ejercicios de deglución y rehabilitación muscular.

Además, cuando la alimentación por vía oral no es segura o existe desnutrición y/o sarcopenia, es necesaria una intervención nutricional especializada. ?La disfagia sarcopénica se debe a la sarcopenia, es decir, a la pérdida progresiva de masa y fuerza muscular de los músculos de todo el cuerpo y de la deglución. Es un factor de riesgo importante para desarrollar desnutrición, ya que condiciona una ingesta oral reducida?, ha incidido Emilia Cancer.

El papel del endocrinólogo

El tratamiento de la disfagia requiere una intervención integral que combine evaluación clínica, adaptación de dieta, rehabilitación y soporte nutricional. Así lo asegura la Dra. Emilia Cancer, quien ha comentado que ?el abordaje de la disfagia está estrechamente ligado a la prevención de sus graves consecuencias, sin olvidar la importancia del acompañamiento y búsqueda de la mejora de la calidad de vida del paciente?. Para ello, resulta imprescindible una estrategia multidisciplinar que incluya la colaboración de endocrinólogos, otorrinolaringólogos, rehabilitadores, logopedas, geriatras, digestivos, neurólogos y oncólogos.

?El especialista en Endocrinología y Nutrición, con su visión holística del problema, aporta las soluciones más integradoras, multi e interdisciplinares, que permitirán mejorar la seguridad del paciente y su calidad de vida. De hecho, desde la SEEN nos estamos implicando en ello fuertemente, desarrollando diferentes herramientas de formación para cuidadores, pacientes y profesionales con el objetivo de apoyar la atención de los pacientes con disfagia, como el Aula Virtual SEEN?, ha indicado la especialista.

Así, el estudio RECALSEEN (Recursos y Calidad en Endocrinología y Nutrición) realizado por la sociedad, en el que se analiza la situación de los Servicios de Endocrinología y Nutrición a nivel nacional, destaca en su última encuesta la presencia y participación de los endocrinólogos en comisiones clínicas de disfagia hasta en el 40,5% de los centros hospitalarios y también la existencia de consultas monográficas de disfagia orofaríngea en el 38,8% de los servicios de endocrinología de los centros hospitalarios de España.

Por su parte, uno de los avances más importantes en los últimos años para el abordaje de la disfagia ha sido la creación de la ?International Dysphagia Diet Standardisation Initiative? (IDDSI por sus siglas en inglés), que ha permitido definir globalmente las texturas de alimentos y viscosidades de líquidos para mejorar la seguridad. También han surgido nuevas propuestas como la gastronomía molecular aplicada a la disfagia dentro de la restauración adaptada e innovaciones en rehabilitación neuromoduladora con resultados prometedores.

?El mayor reto ahora es la implementación real en hospitales, residencias y hogares, así como aumentar formación a cuidadores y profesionales. Se debe establecer un plan de atención nutricional individualizado, cribado temprano, disponer de algoritmos de actuación y llevar a cabo un abordaje multidisciplinar para frenar complicaciones graves?, ha concluido la doctora.

La Plataforma de Organizaciones de Pacientes (POP) ha expresado su preocupación tras conocer que el Ministerio de Sanidad y la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM) y el Sindicato Médico Andaluz (SMA) no han conseguido llegar a un acuerdo sobre el Estatuto Marco, a pesar de lo avanzado el lunes con el preacuerdo alcanzado con otros representantes profesionales como SATSE-FSES, FSS-CCOO, UGT, CSIF y CIG-Saúde.

La POP ha subrayado que cualquier escalada de la confrontación ?o nuevas jornadas de paro? vuelve a situar a los pacientes, especialmente a los crónicos y más frágiles, en el centro del impacto con citas aplazadas, pruebas retrasadas y cirugías reprogramadas, así como un incremento de la lista de espera y la pérdida de oportunidad de llegar a un diagnóstico a tiempo. 

?El conflicto está afectando directamente a la salud de la población. Los pacientes crónicos no pueden esperar?, ya advirtió la presidenta de la POP, Carina Escobar, durante las jornadas de huelga pasadas.

?Hoy insistimos: pedimos responsabilidad de todas las partes para llegar acuerdos, que vuelvan al diálogo de inmediato y sostengan la negociación sin ultimátum. Cada ruptura de la mesa se traduce en más incertidumbre, más demoras y más sufrimiento para quienes su vida depende de la cita con su médico, pues la huelga de médicos impacta en las listas de espera que ya sufrimos?.

?Necesitamos que nuestros médicos consigan mejorar sus condiciones laborales, pero llegados a este punto de ruido y de confrontación queremos trasparencia sobre si este nuevo Estatuto Marco mejora o no sus condiciones, que competencias son del EM y del Ministerio de Sanidad y cuáles de las CCAA?, ha recalcado Escobar.

Por ello, la POP ha reclamado medidas urgentes y coordinadas a las comunidades autónomas para proteger la continuidad asistencial de los pacientes con mayor fragilidad (seguimientos inaplazables, tratamientos no demorarles y procesos diagnósticos sensibles), además de información clara y homogénea a la ciudadanía sobre reprogramaciones y circuitos alternativos, y planes de recuperación de actividad que eviten que las demoras se cronifiquen.  

Tener más grasas ‘buenas’ que ‘malas’ en la sangre, procedentes de una alimentación saludable, se asocia con un menor riesgo de sufrir un ictus isquémico, el tipo de accidente cerebrovascular más frecuente. Es la principal conclusión de un estudio liderado por investigadores del Instituto de Investigación del Hospital del Mar y del Institut Català d?Oncologia-ICO l?Hospitalet, que ha desarrollado un nuevo índice capaz de medir, a partir de una simple analítica, la calidad global de las grasas que comemos.

La herramienta, cuyos resultados publica la revista European Stroke Journal, permite ir más allá de los cuestionarios dietéticos clásicos, basados en lo que cada persona recuerda y declara haber comido. En lugar de ello, analiza directamente la huella que la alimentación deja en la sangre: la concentración de distintos ácidos grasos.

?Durante muchos años hemos tenido que fiarnos de los datos que los participantes nos cuentan, que pueden estar sujetos a error. Ahora combinamos varios ácidos grasos para captar el conjunto de la dieta?, explica la investigadora Iolanda Lázaro, del Grupo de Investigación en Riesgo Cardiovascular y Nutrición del Hospital del Mar Research Institute y del CiberOBN, y una de las responsables del estudio.

Nueve tipos de grasas para ?fotografiar? la dieta

El índice se construye a partir de nueve tipos de grasas presentes en la sangre y relacionadas con la alimentación. Seis de ellas proceden de una dieta saludable, rica en frutos secos, aceites de semillas, pescado azul y determinados lácteos. Las otras tres se vinculan a patrones de consumo menos saludables, donde abundan los alimentos ultraprocesados, los azúcares y el alcohol, que aportan un exceso de energía y no ejercen efectos positivos sobre el organismo.

A partir de estos marcadores, el equipo ha diseñado un índice que resume, en una sola puntuación, si el perfil de grasas de la persona se parece más a una dieta cardiosaludable o a un patrón de alto riesgo. El siguiente paso fue comprobar si esa puntuación se relacionaba con la probabilidad de sufrir un ictus isquémico.

Para ello utilizaron datos de la cohorte EPIC (European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition), centrada en estudiar cómo la alimentación influye en el desarrollo de enfermedades crónicas. De tres de sus sedes españolas ?Granada, Navarra y Murcia? seleccionaron a 438 personas que habían sufrido un ictus isquémico a lo largo del seguimiento y las compararon con otras 438 de características similares que no lo habían padecido.

Un 14% menos de riesgo

El resultado fue claro: quienes presentaban una puntuación más alta en el índice ?indicativa de una mayor presencia de grasas ?positivas? y menor de ?negativas?? tenían un 14% menos de riesgo de sufrir un ictus isquémico. Dicho de otro modo, no sólo importa la cantidad de grasa que se ingiere, sino, sobre todo, su calidad y el equilibrio entre distintos tipos de ácidos grasos.

Para comprobar que la herramienta también funciona en otras poblaciones, los investigadores la testaron en una segunda cohorte muy conocida en epidemiología cardiovascular: la Framingham Offspring Study, en Estados Unidos. Entre más de 2.800 participantes, identificaron 121 casos de ictus y analizaron sus perfiles de ácidos grasos. De nuevo, las personas con mejores puntuaciones en el índice presentaban menor riesgo de ictus, en este caso un 17% inferior.

?La conclusión es sencilla: a menos presencia en sangre de grasas negativas y más de positivas, procedentes de una dieta equilibrada, se reduce el riesgo de ictus isquémico?, resume Lázaro. Y añade: ?Con un análisis de sangre podemos determinar si realmente se come bien, al menos en lo que respecta a algunos aspectos de la dieta?.

Del laboratorio a la consulta

Uno de los atractivos de este índice es su potencial traslación a la práctica clínica. La determinación de estos ácidos grasos puede realizarse a partir de una simple gota de sangre, lo que abre la puerta a incorporarlo como complemento a otras analíticas en personas con alto riesgo vascular o con antecedentes de ictus.

Otro de los responsables del estudio, el investigador Aleix Sala Vila, también del Hospital del Mar Research Institute y del CiberOBN, apunta que podría convertirse en una herramienta útil para ?ver el estado en un momento determinado y qué cosas se pueden modificar para reducir el riesgo de sufrir una enfermedad cardiovascular y, en concreto, un ictus isquémico?. Es decir, no se trataría sólo de medir, sino de usar esa información para acompañar cambios de estilo de vida: mejorar la calidad de las grasas de la dieta, ajustar otros factores de riesgo y monitorizar su impacto real en el organismo.

La soledad se está consolidando como un problema de salud pública que afecta a una parte muy amplia de la población y que puede deberse a múltiples factores. En este marco, los hábitos de uso de las redes sociales parecen desempeñar un papel importante en la percepción de soledad y en el estado emocional. De hecho, según el VIII Estudio de Salud y Vida de Aegon, un 46,6% % de las personas confirma que la soledad derivada de estas, ha afectado a su salud mental. Preguntados sobre la frecuencia que se han sentido solos, en una escala del 1 al 10, un 32,2% confirma que con menor frecuencia (de 1 a 2), un 16,1% (de 3 a 4), un 18,6% (de 5 a 6), un 21,1% (de 7 a 8) y, por último, un 12% (de 9 a 10).

Cuando se pregunta por el impacto de las redes sociales en la salud emocional, aunque la opinión mayoritaria es que no influyen (44,1%), quienes piensan que su impacto es negativo (40,8%) supera a quienes lo detectan como positivo (15,1%). En cuanto a los problemas que estas plataformas ocasionan más frecuentemente son dependencia (11,1%), que sube con fuerza frente a 2024 y 2023 aunque sin llegar al récord de 2022 (12%); trastornos del sueño (11%) y problemas de autoestima (10,7%).

Redes sociales y salud emocional: diferencias generacionales

Analizando la influencia de las redes sociales en la salud emocional de los distintos grupos de edad, los perfiles evaluados muestran percepciones mayoritariamente negativas o neutras sobre su impacto, destacando las personas de entre 56 y 65 años como las más críticas, con un 49% declarando efectos negativos o muy negativos. En contraste, los jóvenes tienden a percibir un impacto más positivo sobre la capacidad de las redes para influir positivamente en la salud mental (un 7,8% en edades comprendidas entre 18-25 años).

Esta visión más positiva, sin embargo, contrasta con que también son los jóvenes los que declaran más problemas derivados del uso de redes sociales, destacando los problemas de autoestima en la franja de los 18 a los 25 años en un 27%, trastornos del sueño (22,1%) o dependencia (20,5%). Los colectivos de mayor edad, por el contrario, declaran problemas con las redes sociales en proporciones más bajas, en todos los casos por debajo del 6%. Unas diferencias generacionales que parecen muy ligadas al hábito de uso, mucho más extendido entre los más jóvenes.

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