La creciente preocupación por el impacto de la alimentación en el aumento de la obesidad infantil y la diabetes tipo 2 ha llevado al Gobierno a acelerar medidas regulatorias orientadas a mejorar el entorno alimentario de los menores. Desde hace años, España registra cifras preocupantes que apuntan a una generación expuesta a un exceso de productos ultraprocesados y bebidas azucaradas, un patrón que la evidencia científica señala como un factor determinante en el incremento de enfermedades crónicas.
Consciente de esta problemática, el Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030 ha impulsado un Real Decreto, concebido en coherencia con el Plan Estratégico Nacional para la Reducción de la Obesidad Infantil (PENROI) del Ministerio de Sanidad, que propone eliminar los alimentos ultraprocesados de los menús infantiles hospitalarios. La medida fue anunciada el pasado 26 de noviembre por el ministro Pablo Bustinduy durante el acto ?Plan de aceleración para detener la obesidad?, organizado por el Ministerio de Sanidad junto a la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Pero estos alimentos ultraprocesados (snacks, bollería industrial, refrescos azucarados, etc.) no solo representan un riesgo en el desarrollo de obesidad o diabetes tipo 2. Estudios recientes muestran que una dieta en la que más del 30% de las calorías provenga de ultraprocesados puede cuadruplicar el riesgo de asma en los menores. De hecho, la Clínica Universidad de Navarra ha observado que con alto consumo de estos productos se incrementa notablemente la incidencia de asma y de enfermedades respiratorias crónicas en la infancia. De forma consistente, un estudio español en niños de 5 años halló que el alto consumo de ultraprocesados se asoció a un 87% más de prevalencia de enfermedades sibilantes (asma o bronquitis recurrente). Estos datos nos obligan a reflexionar: ¿qué implican estos hallazgos para nuestros pacientes respiratorios pediátricos?
Ultraprocesados e inflamación crónica
La ingesta elevada de ultraprocesados es un motor de obesidad infantil. Una revisión sistemática encuentra asociación positiva entre consumo de ultraprocesados y obesidad en 9 de cada 12 estudios revisados. Estos productos aportan calorías abundantes pero escasos nutrientes esenciales: grasas saturadas, azúcares y sal, a costa de vitaminas, minerales y fibra. Muchos ultraprocesados son ?fórmulas industriales? ricas en grasas y azúcares, escasas en fibra, vitaminas y minerales. Este exceso energético y nutrición desequilibrada favorece el acúmulo de grasa corporal en los niños. Y la grasa activa un proceso inflamatorio crónico de bajo grado: el tejido adiposo produce citoquinas proinflamatorias (TNF-?, IL-6, leptina, etc.) que circulan por todo el cuerpo.
Este estado inflamatorio sistémico supone un serio problema respiratorio. Los niños con sobrepeso/obesidad tienen mayor predisposición a desarrollar asma que los de peso normal. De hecho, meta-análisis muestran que la obesidad infantil se asocia con aproximadamente un 50% más de riesgo de asma a futuro. A mayor obesidad, mayor es la severidad del asma: se produce un efecto dosis-respuesta estadísticamente significativo. El tejido graso no solo inflama los bronquios: también altera la mecánica respiratoria (la grasa abdominal comprime el diafragma) y dificulta la distensibilidad de los pulmones. Como resultado, los niños obesos tienden a tener asma más difícil de controlar, con más crisis y mayor uso de medicación.
Además, el exceso de peso en la infancia está implicado en el síndrome de apnea obstructiva del sueño. La acumulación de grasa en el cuello y en la vía aérea superior puede bloquear parcial o totalmente la respiración nocturna. Las personas con obesidad (y también muchos niños obesos) suelen presentar depósitos grasos que estrechan las vías respiratorias altas, agravando la apnea del sueño. En síntesis, una dieta ultraprocesada incrementa la obesidad y la inflamación sistémica, y ambas condiciones interactúan para empeorar el asma y favorecer problemas como la apnea en los más pequeños.
Mecanismos biológicos implicados
Los efectos descritos no son sólo estadísticos, sino que se explican por mecanismos biológicos plausibles. Por ejemplo, el consumo de ultraprocesados deteriora la microbiota intestinal: induce una disbiosis en la flora intestinal, favoreciendo bacterias proinflamatorias. Los metabolitos resultantes cruzan la barrera intestinal y fomentan la inflamación sistémica y pulmonar.
En paralelo, la baja calidad nutricional de estos alimentos contribuye a deficiencias importantes: al carecer de fibra y micronutrientes clave, compromete la integridad de la mucosa respiratoria y la función inmune. En particular, la falta de vitaminas (por ejemplo, A, D, C) y minerales (zinc, magnesio) debilita la inmunidad innata y adaptativa en las vías aéreas. Como explica la literatura, la continua inflamación sistémica que inducen los ultraprocesados puede dificultar la respuesta inmunológica frente a alérgenos y potenciar los síntomas asmáticos. Por último, muchos aditivos utilizados (colorantes, emulsionantes, exceso de sodio) han demostrado efectos proinflamatorios locales y sistémicos, reforzando el círculo vicioso inflamatorio que agrava los cuadros respiratorios.
Recomendaciones prácticas para padres y cuidadores
La buena noticia es que la alimentación saludable puede revertir parte de estos riesgos. Desde el punto de vista médico, orientamos a las familias hacia pautas dietéticas protectoras. Por ejemplo, favorecer alimentos frescos y poco procesados. Las guías basadas en la Dieta Mediterránea tradicional son ideales: dieta rica en frutas, verduras, legumbres y cereales integrales. Es conveniente incorporar pescado y huevos como fuentes de proteína, y consumir lácteos fermentados (yogur, quesos frescos) a diario. Por el contrario, deben moderarse las carnes rojas y procesadas, así como evitar bollería industrial, snacks azucarados y refrescos.
- Preferir alimentos frescos y caseros: preparar purés, cremas, asados o guisos caseros en lugar de comidas listas; optar por verduras de temporada y frutas de postre.
- Escoger cereales integrales: pan, pasta o arroz integrales, que aportan fibra y nutrientes, en lugar de panes blancos o snacks refinados.
- Incluir lácteos fermentados: un yogur natural o queso fresco diario aporta calcio y probióticos beneficiosos.
- Limitar azúcar y sal añadidos: evitar zumos envasados, bollería y galletas, que suelen tener exceso de azúcares y sal. El agua debe ser la bebida principal en lugar de refrescos.
- Promover actividad física diaria: al menos una hora de juego activo o deporte moderado al día, para mejorar el tono muscular respiratorio y ayudar al control del peso.
- Leer etiquetas y educar al niño: enseñar a los niños a reconocer alimentos ultraprocesados (lista larga de ingredientes, nombres complicados, alto índice glucémico) fomenta decisiones saludables.
Estas pautas, combinadas con un estilo de vida activo, contribuyen a romper el círculo de obesidad e inflamación. En Linde Médica enfatizamos que pequeños cambios en la dieta pueden tener gran impacto en la salud pulmonar de los niños.
El camino hacia la prevención y el mejor control de las enfermedades respiratorias infantiles pasa por un enfoque integral. La decisión de excluir los ultraprocesados de los hospitales españoles es un avance alentador. Ahora bien, el verdadero cambio se logrará cuando esa filosofía se extienda a los hogares y escuelas. Nuestra responsabilidad como profesionales es informar y apoyar a los padres en este proceso: reducir la obesidad infantil y la inflamación crónica ayuda a sanar pulmones. El cuidado respiratorio pediátrico debe contemplar no sólo medicamentos, sino también nutrición y educación alimentaria. En Linde Médica reafirmamos nuestro compromiso de velar por el bienestar de cada niño respiratorio, promoviendo hábitos saludables que refuercen su recuperación. Al fin y al cabo, mejorar lo que comen nuestros niños es también cuidar el aire que respiran.
Por Sandra Vañes, neumóloga y Directora Médica en Linde Médica