El manejo del cáncer de tiroides, una enfermedad considerada rara que representa menos del 1% de todas las neoplasias malignas, ha cambiado notablemente en los últimos años. Gracias a los avances en medicina de precisión, nuevos tratamientos menos agresivos y mejor seleccionados han logrado mejorar el pronóstico y la calidad de vida de los pacientes. Uno de los avances más prometedores es la rediferenciación tumoral mediante inhibidores de la vía MAPK, que permite restaurar la captación de yodo en tumores refractarios, facilitando su tratamiento.
En España, la incidencia se sitúa en torno a 5 casos por cada 100.000 mujeres y 1,9 en hombres, siendo más frecuente en zonas con déficit de yodo. Aunque la mayoría de los tumores son de buen pronóstico y la mortalidad se ha mantenido estable, el número de casos ha aumentado, en parte por el diagnóstico incidental de nódulos tiroideos pequeños a través de estudios de imagen realizados por otros motivos.
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La mayor parte de los casos se corresponden con tumores diferenciados de tiroides, como el carcinoma papilar o folicular. Estos representan más del 90% de las neoplasias endocrinas y son la causa principal de muerte por tumores del sistema endocrino. La mayoría de pacientes sobreviven a la enfermedad, pero algunos factores aumentan el riesgo de recaída o mortalidad, como la edad al diagnóstico, el tamaño del tumor, la afectación a tejidos cercanos o la existencia de metástasis a distancia.
El abordaje de estos pacientes requiere de una coordinación multidisciplinar entre cirujanos, endocrinólogos, especialistas en medicina nuclear, oncólogos radioterápicos y médicos oncólogos.
Diagnóstico más preciso y tendencia a la desescalada
El diagnóstico se ha refinado gracias a herramientas como el sistema ACR TI-RADS, que clasifica los nódulos tiroideos según su riesgo ecográfico, y las citologías indeterminadas, que se complementan con pruebas moleculares, reduciendo la necesidad de cirugías diagnósticas innecesarias. Estas pruebas tienen un valor predictivo negativo superior al 94%.
En pacientes de bajo riesgo, la tendencia actual es a realizar lobectomías en lugar de tiroidectomías totales y a evitar el uso de yodo radiactivo tras la cirugía, sin que esto suponga un peor control tumoral. La vigilancia activa se ha consolidado como una opción segura en los microcarcinomas papilares, con datos de seguimiento a más de 20 años que muestran tasas mínimas de progresión y sin mortalidad asociada.
Terapias dirigidas para enfermedad avanzada
En los casos en los que el cáncer de tiroides se vuelve refractario al tratamiento con yodo radiactivo y presenta metástasis, han surgido terapias dirigidas con inhibidores de tirosina quinasa que han supuesto un gran avance. Se trata de fármacos orales que bloquean señales clave en el crecimiento tumoral y que, en general, tienen una buena tolerancia.
Entre estos tratamientos, destaca cabozantinib, aprobado en 2015, por mejorar la supervivencia libre de progresión. En tumores con alteraciones genéticas específicas, se utilizan terapias personalizadas:
- Las fusiones NTRK responden a fármacos como larotrectinib o entrectinib, con tasas de respuesta superiores al 57%.
- En el carcinoma anaplásico con mutación BRAF V600E, la combinación dabrafenib + trametinib produce respuestas rápidas.
- Para tumores con fusiones RET, los inhibidores selectivos selpercatinib y pralsetinib, aprobados en 2021, ofrecen respuestas más duraderas y han desplazado a otros tratamientos como primera opción.
Una nueva era: rediferenciación tumoral
Una de las estrategias más innovadoras es la llamada rediferenciación tumoral. Este enfoque busca revertir las alteraciones moleculares que impiden a las células tumorales captar yodo, lo que imposibilita el tratamiento con yodo radiactivo. Los inhibidores de la vía MAPK están logrando precisamente eso: restaurar esa capacidad de captación en ciertos tumores avanzados, lo que abre la puerta a nuevas oportunidades terapéuticas.
Este tipo de investigación representa una nueva era en el tratamiento del cáncer de tiroides, con enfoques más personalizados y menos agresivos, que permiten preservar la calidad de vida sin comprometer el control de la enfermedad.
Un manejo guiado por la biología del tumor
Gracias a la estratificación del riesgo y al conocimiento molecular, el tratamiento actual del cáncer de tiroides ya no es uniforme. En lugar de aplicar estrategias agresivas a todos los pacientes, se elige el tipo de intervención ?quirúrgica, farmacológica o de seguimiento? en función de las características biológicas del tumor y del perfil del paciente. Esto permite evitar secuelas innecesarias en los casos de bajo riesgo y concentrar recursos terapéuticos en los tumores más agresivos.
Aunque la cirugía sigue siendo el pilar del tratamiento, los nuevos abordajes moleculares están ampliando las opciones para pacientes con enfermedad avanzada o recidivante, y lo hacen con menos toxicidad que los tratamientos clásicos.