El crecimiento infantil constituye uno de los principales indicadores del estado de salud en la infancia. Un crecimiento adecuado refleja, en la mayoría de los casos, un desarrollo correcto. Por el contrario, un enlentecimiento o una detención del crecimiento pueden ser los primeros signos de una alteración médica que requiere atención.
Consideramos que un niño presenta talla baja cuando su estatura se sitúa por debajo del percentil 3 en las tablas de referencia de crecimiento específicas para su edad y sexo. En España, la referencia habitual son los datos del Estudio Español de Crecimiento 2010. No obstante, esta definición no abarca todas las situaciones relevantes. Resulta igualmente necesario prestar atención a aquellos casos en los que la estatura del niño se encuentra muy por debajo de la esperada en relación con la talla genética (la de los progenitores) o cuando la velocidad de crecimiento disminuye de manera sostenida, al menos a lo largo de un año.
Y es que el crecimiento insuficiente puede obedecer a múltiples causas, que abarcan desde factores ambientales hasta enfermedades específicas: nutrición insuficiente o desequilibrada; enfermedad celíaca, que impide la adecuada absorción de nutrientes; hipotiroidismo, caracterizado por un déficit de hormonas tiroideas; trastornos genéticos que condicionan talla baja, como el síndrome de Turner, entre otros; o niños nacidos pequeños para la edad gestacional que no logran un crecimiento recuperador adecuado.
Déficit de hormona de crecimiento
Una causa poco frecuente, pero de especial relevancia, es el déficit de hormona de crecimiento. Este trastorno no solo afecta a la estatura final, sino también a la composición corporal, favoreciendo un mayor porcentaje de grasa y menor masa muscular. También afecta la salud ósea, y se asocia a un aumento del riesgo cardiovascular y metabólico en la edad adulta. Además, repercute en la esfera psicológica, con posibles efectos sobre la autoestima y la integración social.
El pronóstico de las alteraciones del crecimiento depende en gran medida de su detección temprana, de ahí la importancia del diagnóstico precoz. Una identificación oportuna permite iniciar el tratamiento en el momento más adecuado, con mejores resultados tanto en la ganancia de talla como en la salud general del niño.
Los controles de salud infantil realizados en atención primaria desempeñan un papel central en esta tarea. Las revisiones periódicas ofrecen la oportunidad de detectar desviaciones en la velocidad de crecimiento, y de identificar situaciones que requieren valoración por endocrinología pediátrica. La asistencia regular a estas consultas resulta, por tanto, esencial.
Concienciación
La concienciación también juega un papel clave en el proceso. Las campañas de información dirigidas a la población como Impulsando el crecimiento, inspirando confianza que lleva a cabo Merck, contribuyen a aumentar la conciencia social sobre la importancia de vigilar el crecimiento. Transmiten un mensaje fundamental: la estatura infantil no debe considerarse únicamente una cuestión estética o comparativa, sino un parámetro de salud que refleja el bienestar presente y futuro del niño.
Ante la sospecha de un crecimiento insuficiente, ya sea porque el niño parece más bajo que sus compañeros o porque no ha experimentado un aumento aceptable en el último año, es recomendable consultar con el pediatra. En muchos casos la explicación será benigna y tranquilizadora; en otros, la valoración especializada permitirá descartar enfermedades o iniciar un tratamiento a tiempo.
El seguimiento sistemático del crecimiento infantil constituye una herramienta clínica de gran valor. Detectar precozmente los problemas de crecimiento permite actuar con eficacia y podría mejorar el pronóstico a largo plazo. El crecimiento de un niño no solo se mide en centímetros: refleja de manera integral su salud y bienestar futuros.
Autora:
M. Laura Bertholt Zuber, endocrinóloga pediatra del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander