El virus del herpes zóster vive en la mayoría de nosotros desde la infancia. Está dormido, pero puede despertar con fuerza cuando menos se espera. Con el objetivo de informar, sensibilizar y humanizar esta enfermedad, la biofarmacéutica GSK ha presentado en Madrid el cortometraje de animación ‘Contigo. El virus del herpes zóster vive en ti. Adelántate’, una propuesta emocional, artística y divulgativa que pretende romper el desconocimiento social en torno a esta patología.
El cortometraje tiene una clara vocación divulgativa y emocional. A través de una historia que acompaña a su protagonista desde la infancia hasta la madurez, se pone el foco en cómo el virus viaja con nosotros a lo largo de la vida, en silencio, hasta que un día se manifiesta. El relato está concebido para apelar a la memoria emocional del espectador y hacer comprensible la enfermedad con un lenguaje cercano y visualmente atractivo.
La pieza ha sido producida por la agencia creativa VML Health, combinando técnicas de animación tradicionales y digitales. Más de 40 ilustraciones hechas a mano, con texturas pintadas sobre modelos en 3D, componen un universo cálido, nostálgico y profundamente humano. “Queríamos que el espectador recordara las películas de su infancia. Esa conexión emocional nos permite contar una historia médica compleja de forma comprensible y cercana”, explicó Rodrigo de Vicente, director creativo de la campaña.
La campaña se enmarca en el compromiso de GSK con la prevención de enfermedades inmunoprevenibles y la alfabetización sanitaria. En palabras de Henríquez de Luna, “actuar contra el herpes zóster comienza por conocerlo. Y ese es el primer paso hacia una mejor salud pública”.

Un virus dormido en el cuerpo de millones de personas
Más del 90% de la población adulta ha pasado la varicela durante la infancia. Lo que muchos desconocen es que el virus responsable, el virus varicela zóster (VVZ), permanece latente en el organismo durante años, alojado en los ganglios nerviosos. Años o incluso décadas después, puede reactivarse en forma de herpes zóster, especialmente cuando el sistema inmunitario se debilita.
Esta debilitación puede producirse por el envejecimiento, el estrés, enfermedades crónicas, tratamientos inmunosupresores o situaciones que reduzcan nuestras defensas. De hecho, a partir de los 50 años el riesgo de desarrollar herpes zóster aumenta de forma significativa, hasta el punto de que 1 de cada 2 personas mayores de 85 años sufrirá la enfermedad en algún momento de su vida.
Aunque los síntomas iniciales del herpes zóster suelen durar entre dos y tres semanas, en algunos casos se pueden presentar complicaciones severas. La más frecuente es la neuralgia postherpética, un dolor neuropático intenso que puede persistir durante meses o incluso años después de haber desaparecido las lesiones cutáneas. Se estima que hasta el 30% de los mayores de 50 años con herpes zóster pueden desarrollar esta complicación.
Los primeros síntomas suelen ser dolor, ardor, picazón o sensación de hormigueo, seguidos de la aparición de vesículas en la piel, similares a pequeñas ampollas, que afectan con frecuencia al torso, la cara o el abdomen. Esta erupción es conocida popularmente como “culebrilla”. Si bien no es contagiosa de la misma forma que la varicela, puede tener un impacto profundo en la calidad de vida, limitando la movilidad, el sueño y la actividad social del paciente.
El papel clave de la Enfermería y las personas cuidadoras
La iniciativa también ha querido reconocer el papel fundamental de los profesionales sanitarios, en especial el de los enfermeros y enfermeras que, a menudo, son el primer punto de contacto para las personas mayores o pacientes crónicos. “Nuestro trabajo va mucho más allá del cuidado físico. También tenemos la responsabilidad de educar, acompañar y escuchar. Y en enfermedades como el herpes zóster, que generan temor y desconocimiento, saber comunicarse es esencial”, apuntó Begoña Reyero, enfermera especialista en Familiar y Comunitaria.
Según Reyero, en las consultas se detecta que muchos pacientes no relacionan síntomas como el dolor nervioso con el virus del herpes zóster. En otras ocasiones, simplemente no saben que esa enfermedad tiene nombre ni que podría prevenirse. “En estos casos, proporcionar información clara, comprensible y libre de alarmismos marca la diferencia entre afrontar la enfermedad con confianza o con angustia”, afirmó.