El comienzo del curso escolar supone una oportunidad para identificar posibles dificultades en el desarrollo de los niños. Entre ellas, la pérdida auditiva sigue siendo una condición infradiagnosticada, que puede confundirse fácilmente con falta de atención, retrasos en el lenguaje o problemas de conducta. Sin embargo, no tratarla a tiempo puede tener consecuencias importantes en el aprendizaje, la socialización y la autoestima del menor.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 34 millones de niños en el mundo presentan pérdida auditiva discapacitante. Aunque en España existen programas de cribado neonatal que permiten detectar la hipoacusia desde los primeros días de vida, muchas pérdidas auditivas aparecen más adelante y pueden pasar desapercibidas durante años.
Desde Audika, red de especialistas en salud auditiva, se insiste en que padres, familiares y docentes desempeñan un papel esencial en la detección temprana. «A menudo, los primeros síntomas se observan en casa o en el aula, donde el niño empieza a mostrar dificultades para entender instrucciones, necesita subir el volumen de la televisión o parece no responder cuando se le llama», explica Alicia Sánchez, audioprotesista y responsable de formación de la entidad.
Señales que no deben ignorarse
Algunas de las señales de alerta más comunes incluyen: no reaccionar ante sonidos cotidianos o llamadas; subir el volumen de dispositivos electrónicos; preguntar frecuentemente “¿qué?” o pedir que se repitan frases; dificultades para pronunciar correctamente ciertos fonemas; retrasos en el desarrollo del lenguaje o del aprendizaje; y falta de atención en clase o aislamiento social.
El problema es que en el entorno escolar estas manifestaciones pueden interpretarse erróneamente como desinterés o distracción. “Muchos niños con pérdida auditiva son etiquetados como alumnos poco participativos, cuando en realidad están lidiando con una dificultad sensorial que les impide seguir el ritmo de la clase”, señala Sánchez.
Por otra parte, la pérdida auditiva no tratada puede afectar seriamente al bienestar emocional de los menores. La frustración derivada de no comprender lo que ocurre a su alrededor o de no sentirse comprendido, o el aislamiento pueden aumentar el riesgo de sufrir problemas de autoestima y, en algunos casos, situaciones de acoso escolar.
“Los niños que no entienden lo que se dice o que tienen dificultades para expresarse pueden convertirse en blanco de burlas o quedar al margen de las dinámicas sociales. Detectarlo a tiempo permite intervenir antes de que estos problemas se agraven”, recuerdan desde Audika.
Causas frecuentes y abordaje clínico
Una de las causas más comunes de pérdida auditiva en la infancia es la presencia de moco en el oído medio, especialmente tras infecciones respiratorias o alergias. Esta condición, conocida como otitis serosa o ‘oído pegajoso‘, puede provocar una pérdida auditiva fluctuante, sensación de oído tapado y dolor.
En estos casos, el especialista en otorrinolaringología puede recomendar la colocación de drenajes timpánicos, una intervención sencilla que permite ventilar el oído medio y mejorar la audición. Además, el audioprotesista juega un papel clave en la evaluación inicial mediante pruebas como la audiometría y la timpanometría.
En general, las revisiones auditivas son una herramienta eficaz y no invasiva para identificar pérdidas de audición y diseñar estrategias que permitan intervenir con recursos como audífonos infantiles, terapias de lenguaje o intervenciones médicas adaptadas. “Una detección precoz no sólo mejora la audición, también favorece la comunicación, la autoestima y la participación activa del menor en su entorno”, concluye Alicia Sánchez.