Unidos por la salud

Pertenece y transforma la comunidad de pacientes

La atención a la cronicidad en España avanza, pero lo hace a distintas velocidades según la comunidad autónoma. Esa es una de las conclusiones principales del informe Atención integrada de la cronicidad en España: situación, herramientas y retos de la integración sanitaria y social, elaborado por el Observatorio de la Atención al Paciente de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes (POP) y presentado en Madrid. El documento insiste en que la integración real entre servicios sanitarios y sociales ya no es una opción, sino una necesidad estratégica en un contexto de envejecimiento y aumento de enfermedades crónicas, y alerta de que la inequidad territorial sigue condicionando el acceso a modelos integrados y centrados en las personas.

El informe incorpora datos de la Encuesta Europea de Salud para España: el 54,3% de la población mayor de 15 años convive con, al menos, una enfermedad crónica. Y esto, para la POP, exige una atención biopsicosocial que contemple todas las áreas afectadas: lo clínico, pero también lo laboral, lo familiar y lo emocional. Algo que sólo puede abordarse con coordinación y con la voz de los pacientes en el diseño de soluciones.

Entre los retos que señala el Observatorio, destaca la interoperabilidad: sin sistemas de información compartidos y criterios homogéneos, la continuidad asistencial se resiente. También identifica que, aunque la integración aparece ya en la planificación autonómica, su implementación y seguimiento requieren ajustes en la asignación presupuestaria y un marco estable que garantice equidad y sostenibilidad.

Otro punto crítico es el desarrollo desigual de figuras profesionales de enlace (por ejemplo, perfiles que conectan niveles asistenciales o que coordinan lo sanitario y lo social), una brecha que limita la capacidad de extender modelos integrados. El informe también apunta que, en muchos territorios, el enfoque clínico continúa predominando sobre el social, algo que dificulta dar respuesta a problemas cotidianos que para el paciente son determinantes: apoyos, cuidados, dependencia, transporte o conciliación.

Uso responsable de antibióticos

La POP acaba de presentar también en el Ministerio de Sanidad la primera Guía informativa sobre prevención de infecciones y resistencias antimicrobianas para personas con enfermedades crónicas, familias y cuidadores, con el objetivo de reducir infecciones y frenar el avance de las resistencias a antibióticos en un colectivo especialmente vulnerable.

Este documento recoge medidas preventivas concretas ?lavado de manos, higiene personal, bucal, sexual y respiratoria, uso de mascarilla cuando corresponda y vacunación? y pone el acento en la necesidad de buscar información fiable en profesionales sanitarios, asociaciones de pacientes y fuentes oficiales. Está pensada para acompañar a pacientes, familias y cuidadores, reforzando conocimientos y hábitos saludables con base en evidencia científica.

El documento también aborda de forma directa uno de los grandes problemas de salud pública actuales: la resistencia a los antimicrobianos vinculada al uso inadecuado de antibióticos. Completar los tratamientos pautados, evitar la automedicación y entender que los antibióticos no sirven para cualquier infección (y menos aún para cuadros virales) se presenta como una pieza esencial para preservar la eficacia de estos fármacos. En personas con enfermedades crónicas el riesgo se multiplica por su mayor probabilidad de infección y por la frecuencia con la que, a lo largo de su vida, pueden necesitar antibióticos.

La guía recuerda además que determinadas patologías (diabetes, enfermedades cardíacas, pulmonares, hepáticas o renales, entre otras) incrementan el riesgo de infecciones y complicaciones. Y añade un factor clave: tratamientos como corticoides o inmunosupresores, habituales en oncología o en enfermedades inflamatorias inmunomediadas, pueden comprometer la capacidad del sistema inmune para responder, haciendo a la persona más susceptible y aumentando el riesgo de complicaciones.

A esta vulnerabilidad se suma la mayor exposición al sistema sanitario: ingresos, hospitales de día, pruebas, dispositivos médicos y entornos asistenciales donde la circulación de microorganismos resistentes es más probable. Por eso, la guía plantea la prevención como una estrategia de protección individual y colectiva: menos infecciones, menos complicaciones, menos necesidad de antibióticos y, en consecuencia, menos presión selectiva que favorezca resistencias.

Corresponsabilidad y políticas con participación real

Ambas iniciativas comparten un hilo conductor: sin pacientes informados y sin organizaciones de pacientes integradas en la toma de decisiones, no hay transformación sostenible. En las mesas de debate vinculadas a la guía se insistió en la corresponsabilidad entre ciudadanía y profesionales, en la importancia de mejorar la prescripción y en la necesidad de combatir la automedicación y los mitos que rodean a los antibióticos.

Y, desde el Observatorio, el mensaje fue paralelo: la atención integrada a la cronicidad necesita liderazgo político, recursos, coordinación y un marco estable, pero también escuchar a quienes viven la enfermedad las 24 horas del día los 7 días de la semana. La POP plantea estas dos líneas de trabajo ?integración sociosanitaria y prevención de infecciones/resistencias? como dos caras del mismo objetivo: mejorar calidad de vida, reducir complicaciones evitables y construir un sistema más equitativo, donde el lugar de residencia no determine la atención que recibe una persona con cronicidad.

Las consultas y atenciones por motivos relacionados con la salud mental suponen alrededor del 30% del total, lo que equivale, según fuentes del Ministerio de Sanidad, a más de 360.000 urgencias al año por este motivo.

Las más habituales son agitaciones, ingesta de tóxicos, abuso de drogas, intentos de suicidio?.., lo que lleva, a los Servicios de Urgencias (SUH) y los Servicios de Emergencias Médicas (SEM) a enfrentarnos a un paciente/usuario complejo, versátil, el cual, casi siempre, lleva asociado, escondido u oculto algún problema mayor a su verdadero motivo de consulta.

Nos remontamos a 1970, cuando se crea la especialidad de Psiquiatría para los Ayudantes Técnicos Sanitarios (ATS) y hay que esperar hasta el año 1998 cuando se establecen las primeras plazas oficiales de Enfermería en Salud Mental, estableciéndose los primeros programas formativos; es en el año 2005, a través del Real Decreto 450/2005 cuando se consolida finalmente dicha especialidad.

Formación

En España, según el Consejo General de Enfermería (CGE) hay un total de 46.114 enfermeras especialistas (2023), de las cuales hay alrededor de 6.500 enfocadas hacia la salud mental. Hay que destacar que cerca del 50% no disponen de un contrato como especialista ni realizan funciones acordes a dicha especialidad. Además, se debe señalar que dicha implantación no es homogénea en todas las comunidades autónomas, con los detonantes negativos que ello conlleva.

Con los datos reflejados anteriormente y los problemas actuales de implementación, es necesario que el personal de enfermería de todos los niveles asistenciales tenga una formación mínima para atender a estos pacientes y es importante destacar que, sobre todo, el personal de enfermería de los SUH y de los SEM tenga una formación específica para poder tratar a estos pacientes en los momentos iniciales y agudos.

Por este motivo, es necesaria la creación de la especialidad de enfermería de urgencias y emergencias (EEUE) para tener una formación reglada y equitativa, que nos permita tratar a estos pacientes en los momentos iniciales y agudos, con una calidad asistencial acorde a los cuidados necesarios. También disponer de una equidad formativa que nos ayude a seguir trabajando por la óptima seguridad del paciente en todos sus procesos, y minimizar los eventos adversos que puedan perjudicarle en cualquier nivel asistencial.

Problemática que va en aumento

Los problemas relacionados con la salud mental han sufrido un incremento exponencial en los últimos años, motivados por aspectos sociodemográficos y afectados por la calidad de vida actual. Los SUH y los SEM cada vez reciben un número mayor de estos pacientes, a los que se debe atender de manera inicial y permitir que puedan seguir su camino hasta la parte asistencial del sistema. Por ejemplo, derivándole hacia el especialista en psiquiatría cuando el problema lo requiera.

Un aspecto importante a destacar y analizar, una línea en auge en todos los sistemas de salud, es fomentar la prevención y hacer responsables a los pacientes de su enfermedad. Es decir: hacerle parte activa de sus cuidados, logrando, de manera directa, una mayor implicación, desde la parte preventiva hasta la etapa final del tratamiento en los casos que sea necesario. El punto de inflexión actual es trabajar en la importancia de la prevención en salud mental, pero se debe priorizar la prevención y la promoción desde todos los ámbitos sanitarios.

Debemos cambiar el paradigma de estos pacientes, y también el enfoque de los problemas relacionados con la salud mental, así como trabajar en favorecer estilos de vida saludables que protejan, sobre todo, la mente de estos pacientes. Por finalizar, nos enfrentamos a un paciente más informado, con acceso a todos los recursos informativos existentes y a un paciente muy instruido, lo que nos obliga al personal sanitario a estar muy formados y poder garantizar una asistencia acorde al problema de salud que presenta y así lograr un uso eficiente de los distintos recursos de los que dispone el sistema de salud.

Autor:

Ricardo Delgado, enfermero y Coordinador Nacional del Grupo de Trabajo de Salud Mental de la SEMES

El asma, una de las enfermedades respiratorias crónicas más prevalentes, presenta diferencias significativas entre hombres y mujeres, especialmente a partir de la pubertad. En las mujeres, la enfermedad es más frecuente, más grave y se asocia a una peor calidad de vida y mayor carga de comorbilidades. Sin embargo, esta realidad no siempre se refleja en la práctica clínica ni en las guías asistenciales, que aún no integran de forma sistemática la perspectiva de género en el abordaje de esta patología.

Así lo ha señalado la Dra. María del Mar Fernández Nieto, especialista del Servicio de Alergología y de la Unidad Multidisciplinar de Asma (UMA) de la Fundación Jiménez Díaz, durante su intervención en el Foro de Salud y Género ?Enfermedades respiratorias en la mujer: un problema de salud pública?.

?Sabemos desde hace años que, a partir de la adolescencia, el asma es más frecuente, más grave y con más enfermedades asociadas en las mujeres, y que ellas soportan una carga mayor de síntomas y limitaciones en su vida diaria. No podemos seguir ignorando esa diferencia?, afirmó la especialista.

Desde el hospital insisten en que incorporar la perspectiva de género no debe considerarse un añadido, sino un componente esencial de la planificación sanitaria y de las decisiones clínicas. ?Si no lo hacemos, nuestras pacientes no recibirán la respuesta que realmente necesitan?, advirtió Fernández Nieto.

Un enfoque integral y coordinado

La Fundación Jiménez Díaz cuenta con una Unidad Multidisciplinar de Asma acreditada por sociedades científicas, que atiende los casos más complejos desde un enfoque transversal. En ella colaboran especialistas de Alergología, Neumología, Otorrinolaringología, Inmunología, Pediatría y Radiología, trabajando de forma coordinada para ofrecer una atención más eficaz y personalizada.

Desde esta unidad se están impulsando iniciativas centradas en la salud respiratoria de la mujer, como unas jornadas monográficas sobre asma y mujer, que celebrarán en 2026 su tercera edición, y diversos proyectos de investigación clínica orientados a profundizar en las particularidades de la enfermedad en población femenina.

?Nuestro objetivo es que este conocimiento se traduzca en cambios reales en los circuitos de atención y en la toma de decisiones terapéuticas. Las mujeres viven más, pero conviven con más asma y con peor calidad de vida. Tenemos la responsabilidad de adaptar la atención sanitaria a esa realidad?, subraya la Dra. Fernández Nieto.

Más de la mitad de los neurólogos españoles, un 52%, se encuentra con frecuencia pacientes con epilepsia que creen tener su enfermedad controlada pero siguen presentando crisis que han pasado inadvertidas. Así lo indica una encuesta de la Sociedad Española de Neurología (SEN), presentada en un simposio celebrado en el marco de su Reunión Anual.

Los especialistas señalan que estas ?crisis ocultas? pueden deberse a episodios nocturnos que el paciente no percibe, síntomas muy breves o sutiles que se normalizan en el día a día o, directamente, a la decisión de no informar por miedo a cambios en el tratamiento o a posibles restricciones laborales, de conducción o en la vida social. El resultado es que el neurólogo puede creer que la epilepsia está bien controlada cuando, en realidad, persisten descargas y alteraciones que siguen dañando la calidad de vida y la salud del cerebro.

El estigma sigue pesando

?El problema es difícil de abordar cuando permanece oculto?, recordaba el neurólogo Juan José Poza, del Hospital Universitario Donostia, durante su intervención. A su juicio, la epilepsia continúa asociada a un estigma que lleva a algunas personas a minimizar u ocultar episodios por temor a las consecuencias en el trabajo o a la reacción de su entorno.

Ese silencio tiene un coste. Si el equipo médico no conoce la frecuencia real de las crisis, es más probable que se mantenga un tratamiento que no está funcionando del todo o que no se planteen opciones alternativas (cambios de medicación, combinaciones distintas, valoración de cirugía o de otros abordajes). Romper el estigma y favorecer una comunicación franca entre pacientes, familias y profesionales se convierte así en una medida terapéutica en sí misma.

Libertad completa de crisis

Los expertos participantes en la jornada insistieron en que, aunque a veces se considere ?aceptable? la presencia de crisis breves, nocturnas o poco incapacitantes, el objetivo del tratamiento debe ser siempre la libertad completa de crisis siempre que sea posible.

En torno al 40% de las personas con epilepsia siguen padeciendo estos procesos a pesar de haber recibido al menos dos medicamentos anticrisis previos. En estos casos, no avanzar en la optimización del tratamiento tiene consecuencias directas: la persistencia de las crisis, aunque parezcan leves, incrementa el riesgo de depresión y ansiedad, puede afectar a la memoria, a la capacidad de concentración y al rendimiento laboral o escolar.

Desde la perspectiva de los pacientes, asumir que ?un par de crisis al mes? entra dentro de lo normal puede hacer que se resignen a vivir con limitaciones que hoy podrían evitarse con un abordaje más activo. De ahí la importancia de reforzar mensajes claros: cualquier cambio en la frecuencia o el tipo de crisis debe comentarse con el neurólogo, y el hecho de seguir teniendo episodios no significa haber fracasado, sino que quizá sea momento de revisar la estrategia terapéutica.

Acceso a unidades especializadas

Para evitar retrasos en la toma de decisiones, los especialistas subrayan la necesidad de realizar reevaluaciones periódicas, especialmente cuando existen dudas sobre el control real de la enfermedad. Esto implica dedicar tiempo suficiente en consulta para revisar con detalle el día a día del paciente, preguntar por posibles episodios nocturnos, microcrisis o cambios de conducta, y contar también con la mirada de la familia o cuidadores.

Igualmente, la SEN aboga por reforzar los circuitos asistenciales y facilitar la derivación a unidades especializadas de epilepsia cuando el caso lo requiera. Un acceso ágil a estos recursos resulta clave para ajustar tratamientos, valorar pruebas complementarias y ofrecer opciones avanzadas a quienes no logran controlar sus crisis con la medicación disponible.

El papel activo de pacientes y familias

En el simposio, organizado con el apoyo de Angelini Pharma, se recordó también que el control de la epilepsia no depende sólo de los fármacos, sino de la participación activa de las personas que conviven con ella. Llevar un registro de las crisis, anotar cambios en el sueño o en el estado de ánimo, identificar posibles desencadenantes (estrés, luces, falta de descanso, olvidos de medicación) y compartir toda esa información en consulta ayuda a los profesionales a tomar decisiones mejor fundamentadas.

Para el director de Asuntos Médicos de la compañía, Daniel Pérez, existen situaciones en las que el supuesto ?control total? no es real y la falta de identificación o notificación de las crisis sigue condicionando el bienestar emocional, la vida social y las oportunidades de la persona con epilepsia. ?Cuidar la salud del cerebro es cuidar la vida en su sentido más amplio?, recordó, subrayando la necesidad de seguir ofreciendo soluciones innovadoras y apoyo continuado a los pacientes y a su entorno.

Una nueva prueba rápida de hepatitis C (VHC), desarrollada por un equipo de la Universidad Northwestern (Estados Unidos), promete transformar la forma de diagnosticar el virus y de iniciar el tratamiento. Se trata del procedimiento más rápido diseñado hasta la fecha para detectar la enfermedad: ofrece un resultado en unos 15 minutos, lo que supone recortar hasta un 75% el tiempo respecto a otras pruebas rápidas ya disponibles.

Este salto no es sólo una mejora técnica. Los autores del trabajo, publicado en The Journal of Infectious Diseases, subrayan que disponer del resultado durante la propia consulta abre la puerta a diagnosticar y pautar el tratamiento en el mismo día, algo clave para no perder a pacientes en el camino entre la prueba inicial y la confirmación diagnóstica. En la práctica, podría evitar complicaciones graves ?cirrosis, cáncer de hígado? e incluso muertes que hoy siguen produciéndose por diagnósticos tardíos o circuitos demasiado largos.

La responsable del proyecto, Sally McFall, codirectora del Centro de Innovación en Tecnologías de Salud Global (CIGHT), recuerda que la idea ha sido diseñar una herramienta que pueda usarse directamente en el punto de atención, sin necesidad de laboratorios centralizados. Esto la hace especialmente útil en entornos con menos recursos, en dispositivos móviles de cribado o en servicios que atienden a poblaciones vulnerables.

Un problema global

Aunque la hepatitis C dispone hoy de tratamientos orales muy eficaces ?capaces de curar la infección en ciclos de entre 8 y 12 semanas?, las tasas de acceso a terapia siguen siendo bajas. En el mundo se calcula que alrededor de 50 millones de personas viven con infección crónica por VHC y que cada año se producen unas 242.000 muertes, sobre todo por cirrosis y cáncer hepático derivados de una infección no tratada.

Uno de los grandes cuellos de botella está precisamente en el diagnóstico. El proceso estándar se realiza en dos pasos: primero se hace una prueba de anticuerpos para saber si la persona ha estado en contacto con el virus; si es positiva, se solicita una segunda prueba, basada en PCR, para confirmar si hay infección activa midiendo el ARN viral. En muchos sistemas sanitarios, esta segunda muestra debe enviarse a un laboratorio de referencia y puede tardar días o semanas en resolverse. Cuando finalmente llega el resultado, el paciente tiene que volver a consulta para conocerlo y decidir los siguientes pasos.

En ese intervalo se pierden muchas oportunidades: hay personas que no regresan a la cita, que cambian de domicilio o de centro, o que simplemente abandonan el proceso ante la dificultad de encadenar varias visitas. Esa desconexión entre prueba y tratamiento es una de las razones por las que, a pesar de disponer de fármacos curativos, la hepatitis C sigue siendo una causa importante de enfermedad y muerte.

De dos visitas a una: el valor de tratar el mismo día

La nueva prueba de 15 minutos se plantea como una herramienta para reducir al mínimo estos tiempos muertos. Al poder realizarse en el propio punto de atención, el profesional sanitario puede comunicar el resultado en la misma visita y, si se confirma la infección activa, iniciar el circuito de prescripción del tratamiento sin demoras.

Según explica el equipo de Northwestern, la prueba ha mostrado un rendimiento analítico y clínico muy elevado en los estudios realizados, lo que la convierte en una candidata sólida para integrarse en estrategias de cribado y diagnóstico rápido. Sus desarrolladores confían en que pueda apoyar el objetivo de la Organización Mundial de la Salud de eliminar la hepatitis C como problema de salud pública para 2030.

La coautora del estudio, Claudia Hawkins, directora de un centro especializado en enfermedades infecciosas emergentes, insiste en que esta simplificación de las vías diagnósticas ?podría revolucionar la atención al VHC a nivel mundial?, al facilitar que más personas lleguen al tratamiento y se curen antes de sufrir daño hepático irreversible.

Qué cambiaría

Para las personas con mayor riesgo de hepatitis C ?como quienes han recibido transfusiones antiguas, personas que usan o han usado drogas inyectadas, algunos colectivos migrantes o quienes han estado en prisión?, una prueba que ofrece el resultado en un cuarto de hora supone una barrera menos. En una sola visita puede hacerse el test, recibir el diagnóstico y salir con un plan de tratamiento ya encarrilado.

Para los sistemas sanitarios, esta tecnología puede significar menos pérdidas de seguimiento, menos citas pendientes y más eficiencia, al concentrar en un solo acto lo que antes requería varias visitas y trámites. La posibilidad de utilizarla en dispositivos móviles facilita, además, llevar el diagnóstico a lugares donde la población acude poco a los centros sanitarios.

Beber varias bebidas energéticas ?fuertes? cada día no es un simple mal hábito: puede convertirse en un factor de riesgo grave para la salud cerebrovascular. Es la advertencia que lanzan especialistas de los Hospitales Universitarios del NHS de Nottingham (Reino Unido) tras atender a un hombre de 50 años, previamente sano y en forma, que consumía ocho latas diarias de este tipo de productos y terminó padeciendo un ictus en el tálamo, una estructura clave del cerebro relacionada con la percepción sensorial y el movimiento.

El caso, publicado en la revista BMJ Case Reports, describe cómo este paciente llegó al hospital con síntomas neurológicos como debilidad y entumecimiento en el lado izquierdo del cuerpo, problemas de equilibrio, dificultades para caminar, tragar y hablar, un conjunto de signos conocido como ataxia. A su llegada, la tensión arterial era de 254/150 mm Hg, una cifra extremadamente elevada que por sí sola ya supone una emergencia médica.

Aunque inicialmente se le trataron estas cifras con medicación, la presión arterial volvió a dispararse cuando regresó a su vida cotidiana. Solo entonces, al profundizar en sus hábitos, salió a la luz el dato clave: consumía una media de ocho bebidas energéticas al día, cada una con unos 160 mg de cafeína, lo que suponía una ingesta diaria de entre 1.200 y 1.300 mg de cafeína, frente a los 400 mg que se consideran como máximo recomendado para personas adultas sanas.

Tras suspender de forma completa el consumo de estas bebidas, la tensión arterial se normalizó y dejó de necesitar medicación antihipertensiva. Sin embargo, el daño ya estaba hecho: el paciente no logró recuperar del todo la sensibilidad en el lado izquierdo.

Mucho más que cafeína

Las bebidas energéticas se han popularizado en las últimas décadas, especialmente entre adolescentes y jóvenes, a menudo asociadas al rendimiento deportivo, al estudio prolongado o al ocio nocturno. Suelen contener más de 150 mg de cafeína por litro, cantidades muy elevadas de azúcar de base glucosa y otros compuestos como taurina, guaraná, ginseng o glucuronolactona.

Los autores del caso recuerdan que la cantidad de cafeína declarada en el envase hace referencia solo a la ?cafeína pura?, pero algunos ingredientes añadidos también la contienen. Es el caso del guaraná, que puede aportar cafeína en concentraciones incluso superiores a las de un grano de café. La hipótesis es que la combinación de todos estos componentes potencia los efectos estimulantes de la cafeína y puede incrementar el riesgo de enfermedad cardiovascular e ictus a través de diversos mecanismos: aumento de la presión arterial, alteraciones del ritmo cardiaco, cambios en la coagulación o en la función de los vasos sanguíneos, entre otros.

A modo de referencia, señalan que una bebida energética ?promedio? contiene en torno a 80 mg de cafeína por porción de 250 ml, frente a los aproximadamente 30 mg de una taza de té o los 90 mg de un café. Pero algunos formatos pueden llegar a concentrar hasta 500 mg en una sola ración, lo que facilita que, sin ser plenamente conscientes, algunas personas alcancen ingestas diarias muy por encima de lo recomendable.

Un riesgo infravalorado en población joven

Aunque el caso descrito corresponde a un hombre de 50 años, los especialistas subrayan que el uso intensivo de bebidas energéticas es especialmente frecuente entre la población más joven, que en principio debería tener un riesgo bajo de ictus o enfermedad cardiovascular. Sin embargo, este tipo de consumos podría estar introduciendo un factor de riesgo añadido en personas que, por edad, no suelen ser objeto de campañas de prevención cardiovascular.

En 2018, los principales supermercados del Reino Unido implementaron de forma voluntaria una prohibición de venta de estas bebidas a menores de 16 años, con el objetivo de frenar problemas como obesidad, diabetes o caries. Pero, como recuerdan los autores, se ha prestado menos atención a los posibles riesgos cardiovasculares y cerebrovasculares, tanto isquémicos (por coágulos o falta de riego) como hemorrágicos (por rotura de un vaso cerebral).

Regulación más estricta

Este informe clínico es sólo un caso, por lo que no permite establecer una relación causal definitiva ni generalizar a toda la población consumidora. Sin embargo, se suma a una literatura científica creciente sobre los efectos adversos de las bebidas con alto contenido en azúcar y sustancias estimulantes. Por ello, los autores plantean que podría ser beneficioso avanzar hacia una regulación más estricta de la venta y la publicidad de las bebidas energéticas, especialmente cuando se dirigen a edades tempranas.

Para las personas con factores de riesgo cardiovascular conocidos ?hipertensión, colesterol alto, diabetes, antecedentes familiares? y para quienes ya han sufrido un ictus o un infarto, este mensaje cobra especial relevancia: antes de consumir de forma habitual este tipo de productos, conviene consultar con nuestro médico y revisar otros hábitos que puedan estar elevando la tensión arterial o sobrecargando el sistema cardiovascular.