Uno de los grandes enigmas del sarcoma de Ewing, un tumor pediátrico muy agresivo que afecta a huesos y tejidos blandos, ha sido saber exactamente dónde y cómo se origina. Resolver esa incógnita significa poder diseñar estrategias terapéuticas más precisas y, sobre todo, menos tóxicas para niños, niñas y adolescentes que lo padecen. Ahora, gracias al trabajo de un equipo multidisciplinar liderado por el Instituto de Investigación del Hospital del Mar y el Institut de Recerca Sant Joan de Déu, se ha identificado la célula de origen de este cáncer y ya es posible reproducir su proceso inicial en modelos experimentales.
Este hallazgo ha sido publicado en la revista Nature Communications, donde se explica que, a diferencia de muchos otros cánceres, el sarcoma de Ewing se desencadena por un solo oncogén: la fusión de dos genes que da lugar a uno nuevo, con funciones alteradas, capaz de iniciar el proceso tumoral. El nuevo estudio demuestra que esta alteración genética ejerce su efecto cuando se expresa en células madre embrionarias mesenquimales, un tipo de células muy primitivas que forman el mesénquima, tejido del que derivan el músculo, el tejido conectivo, los vasos sanguíneos y linfáticos, entre otros.
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Los investigadores describen que la célula de origen del sarcoma de Ewing aparece en una etapa muy precoz del desarrollo embrionario. Es decir, la célula ?fundadora? del tumor ya estaría presente en el feto, durante la gestación, tras adquirir el oncogén de fusión. Según la hipótesis del equipo, el tumor no se manifiesta hasta años más tarde, en la pubertad, cuando los cambios hormonales actúan como desencadenante para que esa célula alterada comience a proliferar de forma descontrolada. Esta visión ayuda a explicar por qué el sarcoma de Ewing se diagnostica con mayor frecuencia en la infancia y la adolescencia
Tratamientos agresivos
Hoy en día, entre un 60% y un 70% de los menores con sarcoma de Ewing logran curarse, pero a costa de tratamientos quimioterápicos muy agresivos que dejan secuelas físicas y emocionales a largo plazo. Para las familias, la gran esperanza es que la investigación permita mantener o mejorar estas tasas de supervivencia reduciendo al mismo tiempo la toxicidad. Conocer la célula de partida del tumor y los mecanismos que lo ponen en marcha es un requisito imprescindible para avanzar en esa dirección.
En este sentido, además de identificar la célula de origen, el consorcio ha conseguido reproducir en el laboratorio el mecanismo que da lugar al tumor, algo esencial para su estudio. En colaboración con el Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona, el equipo ha generado y purificado células mesenquimales embrionarias humanas en las que ha introducido el oncogén característico del sarcoma de Ewing.
Estas células, en condiciones de cultivo, no presentan un comportamiento claramente tumoral, lo que subraya la complejidad del proceso. Sin embargo, cuando se inoculan en ratones, son capaces de generar tumores muy similares al sarcoma de Ewing humano, tanto por su estructura celular como por los patrones de expresión génica. Disponer de este modelo experimental representa una herramienta de enorme valor para la comunidad científica: permite estudiar paso a paso qué cambios sufre la célula hasta volverse maligna, cuáles son las vías de señalización implicadas y qué factores favorecen su diseminación.
Hacia terapias más dirigidas
Para quienes conviven con este diagnóstico, el gran mensaje de este trabajo es que abre nuevas oportunidades para tratamientos más personalizados y menos tóxicos. Comprender la biología íntima de la célula que origina el sarcoma de Ewing facilita la búsqueda de dianas terapéuticas específicas, es decir, moléculas o procesos concretos que puedan bloquearse con fármacos dirigidos. La idea es sustituir, al menos en parte, los esquemas de quimioterapia intensiva por estrategias más selectivas, capaces de atacar al tumor respetando lo máximo posible el tejido sano en un organismo en desarrollo.
El nuevo modelo permitirá, además, probar en el laboratorio diferentes combinaciones de tratamientos antes de llegar a los ensayos clínicos, identificando cuáles resultan más prometedoras y qué pacientes podrían beneficiarse más de cada aproximación. A medio plazo, este tipo de investigación abre la puerta a intervenciones más ajustadas al riesgo de cada menor y a un mejor equilibrio entre eficacia y calidad de vida.
- En la foto: De izquierda a derecha, Irene Cuervas, Estela Prada, Jaume Mora, Inmaculada Hernández-Muñoz, investigadores principales del grupo de trabajo que ha realizado este hallazgo
