España se enfrenta a un reto estructural: el modelo tradicional de cuidados, basado en el entorno familiar, se debilita rápidamente ante el envejecimiento acelerado de la población y la reducción de la natalidad. Así lo asegura un análisis realizado por Qida, que alerta de que en los últimos 40 años el potencial de cuidado informal —el que ofrecen sin remuneración hijos, familiares o vecinos— se ha reducido en un 60%, principalmente debido al descenso sostenido de la natalidad.
Este fenómeno se produce en un contexto de aumento constante de la población mayor. Actualmente, más de 12 millones de personas superan los 60 años, y más de un millón están reconocidas oficialmente como dependientes. Pero el número real podría ser muy superior, ya que muchas aún no han recibido diagnóstico formal. Al mismo tiempo, crecen las unidades familiares pequeñas y la proporción de mayores que viven solos, especialmente mujeres de más de 80 años.
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El 87% reciben cuidados informales
A pesar del debilitamiento de las redes familiares, el informe destaca que el 87% de las personas mayores dependientes sigue recibiendo cuidados de su entorno cercano. Sin embargo, las señales de agotamiento de este modelo son cada vez más evidentes. Las familias se enfrentan a limitaciones económicas, laborales y emocionales que dificultan su capacidad para prestar una atención adecuada y sostenida en el tiempo.
La realidad demográfica actual ha dejado, además, al descubierto la falta de una infraestructura pública suficiente para responder a esta creciente necesidad. La situación se agrava por la ausencia de regulación en buena parte del sector de los cuidados: un 40% del mercado de atención domiciliaria no está formalizado, lo que pone en riesgo la calidad, continuidad y seguridad de los cuidados prestados.
El deseo de envejecer en casa
La inmensa mayoría de las personas mayores —el 95%, según el estudio— desea permanecer en su hogar el mayor tiempo posible. Esta aspiración choca con una realidad en la que el sistema actual de cuidados se muestra insuficiente para garantizar ese deseo. Para muchas familias, el esfuerzo de atención se convierte en una carga difícil de sostener, lo que genera una creciente demanda de apoyos externos.
El informe también recoge la percepción ciudadana ante esta transformación social. En una muestra representativa de más de mil personas de entre 50 y 75 años, procedentes de distintas comunidades autónomas, se refleja la preocupación por el futuro del cuidado de las personas mayores. El sentimiento mayoritario es que ya no es viable sostener esta atención sólo con la entrega de las familias, y que se necesita construir un sistema estructurado y sostenible.
En este sentido, son muchas las asociaciones de pacientes que reclaman políticas públicas que pongan el foco en la atención domiciliaria personalizada, la prevención de la dependencia y el fortalecimiento de servicios sociales de proximidad. Muchas de ellas trabajan para profesionalizar y regular el sector de los cuidados, garantizando derechos laborales para quienes trabajan en él y asegurando estándares de calidad en la atención.