Un nuevo estudio en el que ha participado la Universidad Europea, junto a la Universidad Complutense y la Universidad Francisco de Vitoria, ofrece una nueva vía para la detección precoz del Alzheimer al identificar alteraciones en la microbiota intestinal de personas sanas portadoras del gen APOE4, principal factor genético de riesgo asociado a esta enfermedad neurodegenerativa. La investigación, publicada en la revista AMB Express, refuerza la importancia del intestino en la salud cerebral y plantea un nuevo paradigma en la prevención del Alzheimer.
“Vivimos un momento fascinante en el que la ciencia reconoce al intestino como un auténtico ‘segundo cerebro’”, destaca María del Rocío González, directora de Investigación de la Facultad de Ciencias Biomédicas y de la Salud de la Universidad Europea. La comunicación entre ambos órganos, a través del llamado eje intestino-cerebro, ha sido objeto de creciente interés científico en los últimos años. La alteración de la microbiota intestinal, explican las investigadoras, puede activar mecanismos inflamatorios que repercuten directamente en la salud del sistema nervioso central.
El trabajo, titulado “Exploring the relationship between APOEε4 allele and gut microbiota composition and function in healthy adults”, se ha basado en el análisis de 77 adultos sanos mediante técnicas de secuenciación genética avanzada y bioinformática. El foco ha estado en los portadores del alelo APOE4, un gen que, aunque no causa directamente la enfermedad, sí multiplica el riesgo de desarrollarla.
Menos bacterias beneficiosas, más riesgo potencial
Los resultados muestran que las personas con el gen APOE4 presentan una composición intestinal significativamente distinta a la de los no portadores. “Detectamos hasta cinco veces menos cantidad de ciertas bacterias consideradas beneficiosas, como los Megamonas, que tienen efectos antiinflamatorios”, explica Sara Clemente, profesora asociada del Departamento de Odontología Preclínica I. También se observó una menor capacidad de producción de triptófano, precursor de la serotonina y clave para la salud neurológica.
Por el contrario, los portadores mostraron mayor abundancia de bacterias del género Puniceicoccaceae, de las que aún se conoce poco debido a su difícil cultivo. Lo más relevante, según las autoras, es que estas diferencias aparecen en personas que todavía no muestran síntomas clínicos de Alzheimer, lo que indica un posible biomarcador temprano y no invasivo del riesgo.
“Estas alteraciones no son consecuencia del Alzheimer, sino que pueden preceder su aparición”, explica Mariangela Tabone, profesora titular de la Universidad Europea. “Esto abre nuevas posibilidades para intervenir antes de que el daño cerebral comience”.
Una prevención que combina ciencia y estilo de vida
El estudio refuerza la hipótesis de que el Alzheimer no es una sentencia genética, sino una condición multifactorial. Si bien el gen APOE4 incrementa el riesgo, muchas personas portadoras nunca llegan a desarrollar la enfermedad. “No heredamos un destino inevitable, sino una predisposición que puede modularse”, subraya María del Rocío González.
La investigación sugiere que el futuro de la prevención del Alzheimer pasa por combinar genética, microbiota, Inteligencia Artificial y hábitos saludables. Herramientas como el Polygenic Risk Score (PRS), que integra múltiples variantes genéticas con datos del estilo de vida y el entorno intestinal, permitirán elaborar modelos predictivos personalizados. El reto es trasladar estos avances a la práctica clínica para anticiparse a la enfermedad.
Además, factores como la dieta, el ejercicio físico y la estimulación cognitiva han demostrado mejorar tanto la salud cerebral como la microbiota intestinal, contribuyendo a reducir el riesgo.

Hacia una medicina personalizada y anticipativa
Este trabajo representa un paso firme hacia una medicina más preventiva y personalizada, alineada con el enfoque de las “5P”: Predictiva, Preventiva, Personalizada, Participativa y Poblacional. En esta visión, tecnologías emergentes como la Inteligencia Artificial jugarán un papel esencial en la interpretación de grandes volúmenes de datos genéticos y microbiológicos para diseñar estrategias adaptadas a cada persona.
La microbiota, por tanto, no solo refleja lo que ocurre en nuestro cuerpo, sino que podría anticipar lo que está por venir. Gracias a investigaciones como esta, el Alzheimer podría empezar a combatirse antes incluso de mostrar su primera señal clínica. Un horizonte que transforma la prevención en una herramienta fundamental para preservar la salud cerebral y mejorar la calidad de vida de millones de personas en riesgo.