Una vez más, el presidente estadounidense, Donald Trump, vuelve a colocarse en el foco de la polémica. En esta ocasión, por vincular el uso de paracetamol durante el embarazo con un aumento del riesgo de autismo en los bebés. Unas declaraciones que han generado una ola de reacciones tanto en la comunidad científica como en asociaciones de pacientes.
Sus alegaciones han sido rotundamente desmentidas por multitud de organismos implicados, como la Sociedad Española de Farmacología Clínica (SEFC), la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) y la Confederación Autismo España, entre otros.
La primera subraya que el paracetamol sigue siendo el analgésico y antipirético de elección durante el embarazo, ya que no existen alternativas más seguras. «No hay evidencia científica que demuestre una relación causal entre el uso de paracetamol en mujeres embarazadas y el desarrollo de autismo, TDAH o discapacidad intelectual en sus hijos», afirman sus portavoces, que llaman a la prudencia ante este tipo de declaraciones, especialmente cuando carecen de respaldo científico y pueden alarmar injustificadamente a la población.
Evidencia científica sólida
Desde la Agencia Española de Medicamentos (AEMPS) se respalda esta postura, y se insiste en que el tratamiento con paracetamol puede mantenerse durante el embarazo cuando esté clínicamente indicado, siguiendo siempre las recomendaciones habituales de uso prudente: emplear la dosis más baja eficaz y durante el menor tiempo posible. «La fiebre no tratada y el dolor intenso también conllevan riesgos», advierte la agencia.
También la agencia Science Media Center España cita como referencia diversos estudios, como una investigación publicada en 2024 en la revista JAMA que analizó más de 2,5 millones de mujeres embarazadas y sus descendientes. El estudio, que aplicó un diseño metodológico riguroso mediante análisis de pares de hermanos, no encontró ninguna asociación entre el uso prenatal de paracetamol y el desarrollo de trastornos del neurodesarrollo como el autismo o el TDAH.
Otros estudios a gran escala en Europa y Japón durante 2025 han confirmado que los aparentes vínculos observados en análisis menos controlados pueden explicarse por factores genéticos, ambientales o de salud preexistente en los progenitores.
Alarma infundada y riesgo para las mujeres
El comunicado de la FDA (agencia estadounidense del medicamento), aunque sugiere incluir advertencias sobre la posible asociación en la ficha técnica del fármaco, también reconoce expresamente que no se ha demostrado una relación causal. La propia EMA (Agencia Europea del Medicamento) revisó en 2019 la evidencia sobre el tema y concluyó que los datos disponibles eran no concluyentes, por lo que no se modificaron las recomendaciones sobre su uso en embarazadas.
Para las entidades científicas, lo preocupante no es sólo la difusión de información sin evidencia, sino sus posibles consecuencias. “El alarmismo impide que las mujeres embarazadas accedan a tratamientos seguros y necesarios, y contribuye a estigmatizar a las madres de personas autistas, haciéndolas sentir culpables sin fundamento”, advirtió la psicóloga británica Monique Botha, especialista en autismo, a SMC Reino Unido.
Desde la SEFC recuerdan además que no tratar adecuadamente la fiebre o el dolor durante la gestación sí conlleva riesgos demostrados, como malformaciones del tubo neural o complicaciones en el parto. Por ello, las decisiones terapéuticas deben tomarse de forma individualizada y compartida entre la embarazada y su profesional sanitario, siempre basándose en la mejor evidencia disponible.
Una afirmación sin base científica
Por su parte, Autismo España ha mostrado su “absoluto rechazo” a las declaraciones de Trump y ha alertado del “potencial perjuicio para la salud pública global” que pueden causar. La confederación insiste en que el autismo es un trastorno del neurodesarrollo complejo y multicausal, con un importante componente genético, y que las políticas públicas deben centrarse en el apoyo individualizado, la eliminación de barreras y la garantía de derechos.
La organización también ha desmentido otra de las afirmaciones del expresidente estadounidense: el uso del ácido folínico como supuesto tratamiento del autismo. Si bien algunos estudios han explorado sus posibles efectos sobre el lenguaje y la comunicación, los resultados aún no son concluyentes, y no existe evidencia que respalde su uso generalizado. “No hay tratamiento farmacológico que cure el autismo”, recalcan.
En respuesta al argumento de Trump sobre un “aumento meteórico” del autismo, Autismo España aclara que el incremento en los diagnósticos responde a una mejor identificación, mayor sensibilización y acceso a servicios clínicos y educativos. En Estados Unidos, la prevalencia reportada (1 de cada 31 niños) procede de estudios preliminares de cribado, no de diagnósticos clínicos confirmados.
En general, las entidades científicas y de pacientes coinciden en un mensaje claro: la difusión de datos erróneos o sin evidencia sobre salud pública puede tener consecuencias graves. Por ello, piden a los medios de comunicación, representantes políticos y responsables institucionales que actúen con responsabilidad y rigor. “El paracetamol es seguro cuando se usa de forma adecuada durante el embarazo. Alarmar sin pruebas sólo perjudica a quienes más necesitan apoyo: las mujeres embarazadas y las familias de personas con autismo”, concluyen desde la SEFC.