Hablar de fertilidad es hablar también de estilo de vida, de decisiones personales y de cómo vivimos. Esta fue, en esencia, la reflexión que atravesó todas las ponencias de la II Jornada Científica Ginemed-Ginefiv, celebrada recientemente en Madrid bajo el título Estilos de vida, factores ambientales, fertilidad y reproducción humana.

Como médico dedicado a la reproducción asistida desde hace décadas, me sigue sorprendiendo que algunos de los factores que más afectan a la fertilidad sean, paradójicamente, los que más normalizamos: dietas desequilibradas, estrés crónico, falta de descanso, consumo habitual de tabaco o alcohol, sedentarismo… No hay una fórmula mágica, pero sí un consenso creciente: nuestros hábitos tienen un peso cada vez mayor en la capacidad reproductiva. Y no se trata solo de “estar sanos”, sino de tener un entorno biológico y emocional que favorezca la reproducción.

Durante la jornada, especialistas de distintas disciplinas abordaron esta realidad desde ángulos muy complementarios. La Dra. Onica Armijo explicó cómo la nutrición incide directamente en la salud reproductiva, desde la calidad ovocitaria y espermática hasta la regulación hormonal. La Dra. Rocío Vellido advirtió del impacto acumulativo que el tabaco, el alcohol o determinadas sustancias tienen sobre la fertilidad, incluso cuando su consumo es “moderado”.

El papel del estrés

Tampoco podemos pasar por alto el papel del estrés y del ritmo vital acelerado. La psicóloga Begoña Ramos reflexionó sobre cómo el agotamiento emocional, la incertidumbre y la presión social condicionan no sólo el momento en que una persona decide ser madre o padre, sino también la eficacia de los tratamientos. En ese contexto, cuidar la salud mental y emocional se convierte en una prioridad clínica real, no en un añadido.

Otro punto clave abordado en la jornada fue el nuevo paradigma social. La Dra. Nuria Pérez Esturo analizó cómo la emancipación tardía, las exigencias laborales o la inestabilidad económica están redibujando los tiempos reproductivos. La fertilidad no se entiende igual a los 25 que a los 38, y nuestras estructuras sociales todavía no están preparadas para asumir ese desfase. La Dra. Marta Romero, desde la medicina interna, complementó esta visión con una mirada clínica al control metabólico y el papel del ejercicio físico, subrayando sus beneficios, pero también sus riesgos en escenarios de sobreentrenamiento o desajuste energético.

Indicador de salud global

La Dra. Laura Blasco cerró el encuentro con una visión de futuro: la medicina reproductiva avanza con herramientas como la inteligencia artificial, la personalización del tratamiento o nuevos enfoques en estimulación ovárica. Pero ese futuro no será completo si olvidamos que, antes que la técnica, está la persona. Y con ella, su estilo de vida.

La fertilidad es, en el fondo, un indicador de salud global. Como tal, debería preocuparnos y ocuparnos antes de que surjan las dificultades. La reproducción asistida es una herramienta poderosa, pero no puede —ni debe— sustituir a la prevención. Porque cuidar la fertilidad no empieza en el laboratorio, sino mucho antes: en lo que comemos, en cómo dormimos, en el aire que respiramos, en cómo gestionamos el estrés o en las decisiones que tomamos cada día sin ser del todo conscientes de su impacto.

Hoy, en el Día Mundial de la Fertilidad, conviene recordarlo: proteger la fertilidad es proteger la salud presente y futura. Es un compromiso individual, sí, pero también colectivo. Y el primer paso es reconocer que la biología no camina sola; camina con nosotros, con nuestras costumbres, nuestras elecciones y nuestras prioridades.

Autor:

Joaquín Llácer Aparicio
Director Médico de Ginemed-Ginefiv

Joaquín Llácer Aparicio