Cada 28 de julio se celebra el Día Mundial contra la Hepatitis, una fecha impulsada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para sensibilizar sobre una enfermedad que afecta a más de 350 millones de personas en todo el mundo. Bajo el lema de 2025 —Hepatitis: conozcámosla para combatirla—, la campaña internacional aboga por la adopción de medidas urgentes para superar barreras económicas, sociales y estructurales, incluidas la estigmatización y la falta de diagnóstico, que dificultan la eliminación de la hepatitis como amenaza para la salud pública de aquí a 2030.
Aunque la atención se centra principalmente en las hepatitis víricas, responsables de una gran carga global de enfermedad hepática grave y cáncer de hígado, los especialistas recuerdan que existen otras formas de hepatitis igualmente graves y desatendidas, como la hepatitis autoinmune. Esta patología crónica, causada por una reacción anómala del sistema inmunitario que ataca al hígado, afecta a personas de cualquier edad, especialmente mujeres jóvenes, y puede derivar en cirrosis o insuficiencia hepática si no se diagnostica y trata a tiempo.
Personalización del tratamiento
Durante el 84º Congreso de la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD), María Carlota Londoño, hepatóloga del Hospital Clínic de Barcelona, destacó la importancia de avanzar hacia un tratamiento más individualizado para la hepatitis autoinmune. Aunque las guías clínicas recomiendan una terapia estandarizada con inmunosupresores, en la práctica clínica es fundamental ajustar el tratamiento a las características personales del paciente.
La edad, las comorbilidades, el deseo gestacional o la forma de presentación clínica (crónica, aguda o aguda-grave) son factores clave que obligan a adaptar las dosis o incluso cambiar de estrategia terapéutica. “No es lo mismo tratar a una persona joven que a un paciente mayor con diabetes u osteoporosis. En estos casos debemos ajustar el uso de corticoides para minimizar riesgos”, señaló la especialista.
Además, en pacientes con formas graves o que no responden al tratamiento de primera línea, se recurre a terapias de segunda línea, siempre bajo criterio médico especializado. El objetivo principal es lograr una respuesta bioquímica completa, es decir, normalizar los valores de transaminasas e inmunoglobulina G, lo que se traduce en una mejor calidad de vida y mayor supervivencia a largo plazo.
Eliminar barreras y ampliar el acceso
La hepatitis autoinmune, como otras formas de hepatitis, requiere tratamiento en todos los casos, incluso en pacientes con cirrosis descompensada. En estos contextos, un estudio reciente del registro COLHAI, en colaboración con el Grupo Internacional de Hepatitis Autoinmune y la Red Europea de Enfermedades Raras (ERN-LIVER), ha identificado factores como la encefalopatía o el índice MELD-sodio que ayudan a predecir qué pacientes pueden beneficiarse del tratamiento inmunosupresor.
En línea con el llamamiento de la OMS para 2025, es imprescindible seguir desmantelando barreras que dificultan el acceso al diagnóstico y tratamiento. La hepatitis autoinmune es un ejemplo claro de enfermedad que, pese a no ser vírica ni transmisible, sufre de invisibilidad social, falta de conocimiento y diagnóstico tardío, muchas veces debido a que sus síntomas iniciales son inespecíficos o inexistentes. La mayoría de los pacientes no presentan síntomas al inicio y son diagnosticados por alteraciones analíticas en revisiones rutinarias, como se recordó en el Congreso de la SEPD.
Síntomas como fatiga, fiebre, malestar general, dolor abdominal o ictericia pueden aparecer en fases más avanzadas. En mujeres jóvenes es frecuente la amenorrea, y en fases más tardías, signos de cirrosis. A diferencia de las hepatitis víricas (A, B, C, D y E), que tienen origen infeccioso, o de la hepatitis tóxica o alcohólica, la autoinmune tiene un probable origen multifactorial: predisposición genética combinada con desencadenantes ambientales.
Compromiso institucional
Los especialistas insisten en que conocer las diferentes formas de hepatitis es clave para combatirlas. La campaña de la OMS hace hincapié en la necesidad de integrar los servicios de vacunación, pruebas diagnósticas, tratamiento y reducción de daños en los sistemas nacionales de salud. Este mensaje cobra especial relevancia para enfermedades como la hepatitis autoinmune, que requieren seguimiento continuo, personal sanitario formado y acceso garantizado a medicamentos inmunosupresores.
Desde la SEPD, que agrupa a más de 3.300 especialistas en aparato digestivo, se reivindica una atención más equitativa y personalizada, centrada en las necesidades del paciente. El empoderamiento de los pacientes, el trabajo conjunto con asociaciones y la eliminación del estigma son también piezas fundamentales para avanzar hacia un modelo de salud más justo e inclusivo.