Hace unas semanas un amigo me contaba que reservar una cita médica se estaba convirtiendo en una experiencia peor que hacer su declaración de la renta: “No tengo disponibilidad hasta dentro de un mes”, “El doctor solo pasa consulta los miércoles por la mañana”, “La doctora no acepta pacientes nuevos por el momento”… Ante estas respuestas, y más de una hora al teléfono, había decidido dejarlo, “a ver si mejoraba solo”. Esta decisión, aparentemente sin mucha importancia, puso en riesgo su salud.
Normalmente, cuando pensamos en seguridad del paciente, nos vienen a la cabeza conceptos como encriptación, protocolos de acceso y medidas de ciberseguridad.
Sin embargo, experiencias como la que me compartía mi amigo me hacen darme cuenta de que muchas veces abordamos la seguridad del paciente como un pilar técnico del sistema sanitario, cuando debería ser una parte integral de toda la experiencia de salud. Y es que, ¿cuántas veces una barrera administrativa acaba convirtiéndose en un riesgo para la seguridad del paciente? Más frecuentemente de lo que pensamos.
Redefiniendo la seguridad del paciente
La seguridad del paciente en el siglo XXI debe ser integral: no solo técnica, sino también experiencial. Tradicionalmente, se centraba en evitar errores médicos y proteger datos. Estos pilares siguen siendo fundamentales, pero son insuficientes. La seguridad integral incluye proteger al paciente de todo aquello que pueda comprometer su salud: desde una brecha de datos hasta un sistema tan frustrante que te lleve a tomar decisiones peligrosas como retrasar consultas, automedicarse o buscar información médica en fuentes no fiables.
Un paciente que no puede acceder a sus datos médicos cuando los necesita, que debe esperar semanas para una cita urgente o que abandona un proceso porque es demasiado complejo, está en una situación de riesgo. No por un fallo técnico, sino por un fallo del sistema en su conjunto.
Vivimos en una era donde los pacientes son más activos en el cuidado de su salud, pero también más vulnerables a las fricciones del sistema. Cada obstáculo puede traducirse en decisiones que comprometen su bienestar.
Los pilares de la seguridad integral
En mi opinión, la seguridad integral del paciente se sustenta en cuatro pilares fundamentales.
Primero, la protección técnica sin fricción. En mi experiencia creando productos de salud digitales, siempre aplicamos los estándares más rigurosos: encriptación, acceso controlado, auditorías continuas. Pero la clave está en hacerlo de forma que el usuario experimente fluidez, no obstáculos. La mejor seguridad técnica es la que se vuelve invisible para el paciente.
Segundo, el acceso sin barreras. Un sistema seguro debe garantizar que el paciente pueda acceder a la atención que necesita cuando la necesita. Por ejemplo, en Alan estamos desarrollando Concierge AI, un sistema que automatiza completamente la reserva de citas médicas. En lugar de llamar a múltiples clínicas, el paciente simplemente indica sus preferencias en la aplicación. Nuestro sistema de inteligencia artificial se encarga del resto: llama a las clínicas, compara disponibilidad y confirma la cita óptima.
La innovación no está tanto en la sofisticación técnica, sino en eliminar la fricción. El resultado es tangible: menos estrés, menos tiempo perdido y mayor probabilidad de que las personas accedan al cuidado que necesitan en cada momento.
Tercero, la transparencia informativa. La seguridad integral requiere que el paciente entienda qué está ocurriendo con su salud y sus datos. No basta con proteger la información; hay que hacerla accesible y comprensible.
Y cuarto, la colaboración sistémica. Esta visión no puede materializarse en silos. Requiere colaboración entre sector público y privado, compartiendo datos y aprendizajes. Las innovaciones del ámbito privado pueden contribuir también a mejorar la eficiencia del sistema público, pero necesitamos marcos normativos que faciliten esta colaboración sin comprometer la protección del paciente.
Construyendo el futuro
La seguridad integral del paciente será predictiva y preventiva. Sistemas que anticipen riesgos antes de que se materialicen, que sugieran acciones preventivas, que conecten sin fricciones todos los aspectos del cuidado sanitario. Este futuro requiere entender que la seguridad del paciente trasciende los protocolos técnicos.
Cada innovación debe preguntarse: ¿Esto hace que el paciente esté más seguro en todos los aspectos de su experiencia sanitaria? Porque, al final, un paciente verdaderamente seguro es aquel que puede acceder fácilmente a la atención que necesita, entender lo que le está ocurriendo y confiar en que el sistema trabaja para su bienestar integral.
Por Alfredo Schoch, director de Producto de Alan España
