El uso prematuro e intensivo de pantallas en la infancia se ha convertido en una preocupación creciente. Así lo revela el I Observatorio de Hábitos Digitales en Menores en España, impulsado por la compañía tecnológica cántabra SaveFamily, que advierte de la creciente dependencia digital entre niños y adolescentes. Según los datos recogidos, el 42% de los menores comienza a usar el móvil antes de los 8 años y el 23,8% experimenta ansiedad si se le limita el acceso a dispositivos. Además, un 53,3% de los menores muestra irritabilidad o ansiedad cuando se restringe su uso.

El estudio, basado en encuestas a más de 500 familias de todo el territorio nacional, señala que el 68% de los niños españoles utiliza internet de forma habitual antes de los 11 años, un dato que refleja la temprana inmersión digital en la infancia. En palabras de Jorge Álvarez, CEO de SaveFamily y responsable del informe, “los datos apuntan a una necesidad urgente de equilibrio: no se trata de demonizar la tecnología, sino de educar, regular y acompañar”. Y es que, la presencia de dispositivos digitales en la vida cotidiana de los menores es abrumadora: el 90% de los niños utiliza algún dispositivo con conexión a internet y más de la mitad lo hace durante más de dos horas al día, incluso entre semana. El 15,3% comienza a usarlos antes de los 5 años, y hasta un 68% lo hace antes de los 11.

La exposición se intensifica con la edad. Casi el 93% de los jóvenes entre 15 y 17 años dedica al menos una hora diaria al ocio digital, y un preocupante 17,5% pasa más de cinco horas al día frente a una pantalla. Durante el fin de semana, las cifras son todavía más elevadas: el 68% de los menores dedica más de dos horas diarias a actividades digitales de ocio, y un 18% supera las cinco horas.

“Estamos viendo una generación que normaliza el equivalente a jornadas completas de ocio digital desde edades muy tempranas. Eso tiene implicaciones en su desarrollo emocional, académico y social”, alerta Álvarez.

Impacto emocional y académico

Uno de los aspectos más preocupantes del informe es el impacto emocional que provoca la retirada o limitación de los dispositivos digitales. El 30,9% de los menores se irrita si se le retira el dispositivo, mientras que el 23,8% sufre ansiedad ante la falta de acceso. Esto revela signos claros de dependencia digital en una etapa vital clave para el desarrollo emocional.

Pero los efectos también se trasladan al ámbito escolar. El 37,8% de las familias cree que el uso excesivo de pantallas ha perjudicado el rendimiento académico de sus hijos, frente a solo un 4,7% que afirma haber observado mejoras gracias a la tecnología. “Hay una falsa percepción de inocuidad en el uso de pantallas. Los efectos emocionales son más evidentes que nunca. Estamos ante un problema de salud digital”, insiste el CEO de SaveFamily.

Este estudio sale a la luz en un contexto de creciente movilización social. En ciudades como Madrid, Zaragoza, Málaga, Vigo o Gijón, miles de familias, docentes y expertos han salido a la calle para exigir una regulación más estricta del acceso digital en menores. Entre sus propuestas destacan prohibir redes sociales a menores, establecer una edad mínima legal para tener smartphone (16 años) o aplicar el modelo “cero pantallas” hasta los seis años, con un uso progresivo posterior: una hora diaria hasta los doce y dos horas hasta los dieciocho.

Según los datos del estudio, el 68,2% de los padres está a favor de prohibir el uso del móvil en los colegios, mientras que el 65,6% apoya vetar las redes sociales para menores de edad. Además, un 78% considera imprescindible implementar sistemas de control parental, especialmente en menores de 10 años.

Tecnología sí, pero con supervisión y propósito

Desde SaveFamily abogan por una introducción escalonada, segura y controlada al entorno digital. Estos dispositivos permiten mantener la comunicación familiar, sin acceso a redes sociales ni contenidos inadecuados, y con opciones de geolocalización y control parental, lo que los convierte en una alternativa tecnológica cada vez más valorada por las familias preocupadas por la sobreexposición digital. “No se trata de eliminar la tecnología, sino de integrarla con sentido común. Hay que adaptar los dispositivos al desarrollo del menor, no al revés”, defiende Álvarez.

Este estudio vuelve a subrayar que la educación digital emerge como uno de los grandes desafíos del siglo XXI. Padres, escuelas, instituciones y empresas tecnológicas deben asumir su papel en la creación de un entorno digital más saludable, donde la infancia pueda convivir con las nuevas tecnologías sin perder el contacto con la realidad. “No se trata solo de proteger a los menores de los peligros de internet, sino de ofrecerles una relación sana con la tecnología, donde aprendan a usarla, a descansar de ella y a vivir sin ella”, concluye Álvarez.