Las enfermedades cardiovasculares representan la principal causa de muerte en mujeres, superando a cualquier tipo de cáncer. Sin embargo, el 80% de estas afecciones pueden prevenirse con hábitos de vida saludables y revisiones periódicas. Por ello, expertos del Movimiento Corazón de Mujer subrayan la necesidad de un control riguroso de los factores de riesgo mediante pruebas específicas que permitan detectar alteraciones tempranas y evitar complicaciones graves.

Una de las estrategias más efectivas para prevenir problemas de salud cardiovascular es realizarse revisiones. De hecho, las guías de prevención cardiovascular europeas recomiendan que las mujeres comiencen a someterse a este tipo de controles entre los 45 y 50 años y, dependiendo de los resultados, se establezca un seguimiento personalizado para cada caso. En este sentido, es fundamental la existencia de unidades especializadas en la prevención, diagnóstico y tratamiento de estas enfermedades.

La falta de concienciación sobre la importancia de la prevención lleva a no realizarse revisiones cardiológicas lo que provoca un retraso en el diagnóstico de la enfermedad y un aumento del riesgo de mortalidad. Las enfermedades del corazón a menudo progresan sin que la persona se dé cuenta. Por ejemplo, en el caso de las placas de ateroesclerosis, que se pueden frenar, pero no erradicar, el tiempo es vital para atajar posibles accidentes cardiovasculares como el infarto o el ictus”, comenta la Dra. Leticia Fernández-Friera, cardióloga de Atria Clinic y colaboradora del Movimiento Corazón de Mujer.

Además, “es crucial en el caso de personas que cuentan con factores de riesgo añadidos como pueden ser la hipertensión, diabetes, antecedentes familiares, haber sufrido preeclampsia durante el embarazo o, simplemente, ser fumadoras, obesas o sedentarias. Los resultados de las pruebas permiten a los médicos recomendar cambios en el estilo de vida, como dieta y ejercicio, o ajustar tratamientos para cuidar mejor del corazón”, añade la especialista.

Pruebas clave en la revisión cardiovascular

Las revisiones cardiológicas pueden incluir una serie de pruebas iniciales a valorar por el médico, entre las que se encuentran un electrocardiograma, un ecocardiograma transtorácico, una prueba de detección de isquemia (idealmente de esfuerzo), una ecografía vascular 2D y 3D, o un holter de ritmo o de presión arterial (MAPA).

La ecografía vascular 2D y 3D, “es la prueba que facilita un estudio detallado de la pared arterial para medir el grosor de sus capas y detectar placas o aneurismas antes de que aparezcan síntomas, lo que nos permite reducir el riesgo con medidas preventivas y evitar la evolución a enfermedades más graves”, explica Aurora del Barrio, miembro del Movimiento Corazón de Mujer y técnico especialista en ecocardiografía y ecografía vascular de Atria Clinic.

De hecho, las guías de práctica clínica recomiendan esta prueba para la detección de la ateroesclerosis en su fase subclínica, de forma que se pueda intensificar el tratamiento y reducir la morbilidad y mortalidad asociadas. Además, en las guías europeas de dislipemia se recomienda su uso para determinar la carga de placa arterial. “Se trata de una prueba sencilla, libre de radiación, que aporta información valiosa para mejorar la clasificación del riesgo cardiovascular en mujeres, especialmente cuando las escalas tradicionales no son precisas”, añade Del Barrio.

En cuanto a las pruebas de detección de isquemia miocárdica, la más sensible y específica es el ecocardiograma de esfuerzo. “Nos permite visualizar la respuesta del corazón al ejercicio físico de forma que podamos detectar la isquemia miocárdica antes de que la enfermedad aterosclerótica de las arterias coronarias acabe complicándose con un infarto agudo de miocardio”, indica el doctor Alejandro Cortés, especialista en ecocardiograma de esfuerzo de Atria Clinic y colaborador de Corazón de Mujer.

«También disponemos de la ergoespirometría o ergometría con consumo de gases que es otra prueba funcional de detección de isquemia que analiza el intercambio de oxígeno y dióxido de carbono entre las células del cuerpo y la atmósfera durante todas las fases del ejercicio. Esto la convierte en la prueba ideal para determinar la capacidad funcional de un individuo, siendo una prueba diagnóstica que evalúa la capacidad cardiaca, respiratoria y metabólica de una sola vez. Es la prueba recomendada para valorar el nivel de entrenamiento y optimizar el rendimiento deportivo profesional o amateur”, afirma el doctor.