Cada 13 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Trombosis, una ocasión para visibilizar este trastorno vascular que muchas veces pasa desapercibido hasta que ya ha causado daño. Y, sin embargo, sus cifras son impresionantes: en España, la incidencia estimada de la enfermedad tromboembólica venosa (ETV) se sitúa en 154 casos por cada 100.000 habitantes al año. Esto significa que, cada año, se diagnostican decenas de miles de casos, muchos de ellos con consecuencias graves o incluso mortales. Para dimensionarlo aún más: la ETV engloba tanto la trombosis venosa profunda (TVP) como la embolia pulmonar (EP). En los estudios hospitalarios, representa aproximadamente un 0,82 % de los ingresos hospitalarios en España .

Estos números solo reflejan lo que se detecta en hospitales. Muchas trombosis pueden presentarse en el ámbito ambulatorio, pasar sin diagnóstico, o manifestarse de forma súbita. Por eso, se dice que la trombosis es una “enemiga silente”: no siempre avisa hasta que el daño ya está hecho.

Para mejorar el diagnóstico temprano, la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH) dedica uno de los episodios de su podcast «Un viaje por la sangre» a la trombosis. En él, el doctor Ramón Lecumberri, hematólogo de la Universidad de Navarra y vocal de la SEHH, desgrana los mecanismos, factores de riesgo y tratamientos mediante explicaciones plagadas de rigor y claridad.

Una enfermedad prevenible

La trombosis, responsable de una parte importante de los infartos y de los ictus, continúa siendo una enfermedad “silente” que a menudo se detecta cuando el daño ya está hecho. Así lo explica el doctor Ramón Lecumberri. “Las trombosis consisten en la formación de un coágulo patológico dentro de un vaso sanguíneo, un coágulo que está donde no tiene que estar”, detalla el especialista, quien recuerda que su gravedad depende en gran medida del punto en el que se produzca el bloqueo.

Lecumberri distingue entre la trombosis arterial y la venosa, con mecanismos y factores de riesgo diferentes. “Las causas de la trombosis son muy variadas y dependen mucho de la localización del trombo, si está en una arteria o en una vena”, explica. En el primer caso, los factores de riesgo más frecuentes son los clásicos cardiovasculares, como “tabaquismo, sedentarismo, obesidad o alteraciones en los lípidos”. En la trombosis venosa, en cambio, los desencadenantes más comunes están relacionados con “la inmovilidad, el encamamiento, las cirugías, determinados tratamientos hormonales o los procesos oncológicos”.

Una buena noticia es que muchos de estos factores pueden modificarse con hábitos de vida saludables, subraya el hematólogo. “Con hábitos de vida saludables podemos hacer una importante labor de prevención de la aparición de patología trombótica; que, por otra parte, es una epidemia en nuestra sociedad.” Esa prevención se complementa con el tratamiento farmacológico, que se ajusta en función del tipo de trombosis. “Los antiagregantes frenan a las plaquetas y se usan sobre todo en trombosis arteriales, mientras que los anticoagulantes bloquean la coagulación y se usan más en las venosas”, añade.

ara quienes ya han sufrido un episodio, la vigilancia debe mantenerse a largo plazo. “Un paciente que ha tenido una trombosis se considera, entre comillas, crónico, porque siempre tendrá mayor riesgo de volver a tener otro episodio”, concluye Lecumberri. De ahí la importancia de la adherencia al tratamiento y del seguimiento médico, pilares fundamentales para evitar recurrencias y mejorar la calidad de vida de los pacientes.