De acuerdo con los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión se corresponde con la principal causa de discapacidad en todo el mundo. Un trastorno mental que, asociado con un coste anual de más de 92.000 millones de euros anuales para los países europeos, es responsable de más del 7% de las muertes prematuras que acaecen en el viejo continente. Por todo ello, y como destacaron los expertos y decisores políticos participantes en la cumbre mundial ‘La crisis global de la depresión: ¿la baja del siglo XXI?’ organizada por el diario The Economist en Londres (Reino Unido), resulta necesario que los gobiernos, las empresas privadas y el público en general aúne sus esfuerzos para ayudar a los 350 millones de pacientes que sufren depresión en todo el mundo.
En palabras de Kofi Annan, ex secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), “la depresión tiene muchos impactos y dimensiones. El peligro es que esto puede hacer que sea más difícil dar forma a una respuesta coherente y eficaz. Tenemos que construir las alianzas más amplias posibles y utilizar los recursos eficaces para superar estos desafíos. No subestimo la magnitud del reto, pero he visto cómo el progreso es posible en la mayoría de las circunstancias. Tenemos el conocimiento para hacer frente a la depresión, ahora tenemos que encontrar la voluntad y los recursos para utilizar este conocimiento para transformar las vidas de cientos de millones de personas”.
Impacto económico y personal
Los expertos estiman que más del 25% de la población en edad laboral ha padecido algún trastorno mental, entre los mismos la depresión. Y de acuerdo con los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), como explica la directora de su División de Salud, Francesca Colombo, “las enfermedades mentales, como la depresión, cuestan a los países de la OCDE hasta un 4% del PIB, pueden doblar o triplicar la probabilidad de desempleo, incrementar las tasas de abandono escolar e impedir el tratamiento de problemas de salud física. Por ello, es necesario tomar medidas para implementar tratamientos e intervenciones eficaces”.
Sin embargo, no todo son costes económicos: además de asociarse con graves complicaciones para la salud, la depresión también conlleva costes personales y sociales muy significativos para los pacientes y sus cuidadores.
Como recuerda Norman Lamb, ministro de Asuntos Sociales de Reino Unido, “la depresión puede ser una enfermedad devastadora. Y todavía hay trabajo que hacer para nuestro gobierno y muchos otros, así como para los sistemas de salud, los investigadores, los colegios y, no menos importante, los empleadores, que tienen un papel vital en asegurarse de que cualquier persona con depresión consiga el apoyo que se merece”.
Y en este contexto, resulta de vital importancia desterrar los estigmas asociados a la enfermedad. Como concluye Alastair Campbell, escritor y embajador de la campaña ‘Time to Change’ para la erradicación de la discriminación de los pacientes con trastornos mentales, “todo el mundo conoce a alguien que padece depresión y, sin embargo, la depresión sigue representando un estigma y un tabú, y en muchas partes todavía hay reticencias incluso a considerarla una enfermedad. Es una de las peores enfermedades que existen y los gobiernos deben dar a la salud mental la misma prioridad que dan a la salud física”.
– A día de hoy, 2 asociaciones de pacientes dedicadas a la depresión y a la manía son ya miembros activos de Somos Pacientes. ¿Y la tuya?