La disfagia, o dificultad para tragar, es una alteración que afecta a millones de personas en todo el mundo y cuyo impacto clínico, social y económico sigue infravalorado. En España, se estima que el 5,6% de la población adulta presenta algún grado de disfagia, una cifra que se eleva hasta el 10,3% en unidades geriátricas y al 7,5% en servicios de neurología. Ante esta situación, la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) ha insistido en la necesidad de mejorar el diagnóstico precoz y establecer estrategias de atención individualizada que eviten complicaciones como la desnutrición, la deshidratación o la neumonía aspirativa, una de las consecuencias más graves y potencialmente mortales.

Debemos sospechar la presencia de disfagia cuando un paciente al comer o beber tosa con frecuencia, le cambie la calidad de la voz, se desature (disminución significativa del nivel de oxígeno), sea incapaz de mantener el bolo alimenticio en la boca, no pueda realizar el sello labial, babee, le quede comida en la boca o a nivel faríngeo tras la deglución, no pueda tragar el bolo alimenticio en una única deglución, sufra frecuentes infecciones respiratorias, se deshidrate con frecuencia o se desnutra”, ha explicado Emilia Cancer Minchot, vocal de Asistencia de la SEEN y miembro del Área de Nutrición de la sociedad.

La importancia de la deglución radica en sus objetivos: nutrir e hidratar adecuadamente. Pero si se altera su eficacia se produce desnutrición y/o deshidratación. Es más, si la deglución no se produce de forma segura se pueden producir aspiraciones orofaríngeas que condicionan infecciones respiratorias. “Hasta un 50% de los pacientes que presentan aspiración desarrollan neumonía, siendo la complicación más temida de la disfagia, ya que constituye 5-15% del total de las neumonías adquiridas y puede tener una mortalidad asociada del 50%. No es un problema menor”, ha añadido la doctora.

Consecuencias médicas, sociales y económicas

Todas estas alteraciones tienen consecuencias importantes: empeoran la calidad de vida y la supervivencia del paciente y aumentan las estancias hospitalarias y los costes sanitarios. Especial atención requieren los mayores que presentan presbifagia (dificultad para tragar que se produce con la edad): entre el 10 y el 30% de los mayores de 65 años presenta algún grado de disfagia, superando el 80% en mayores de 80 años. En pacientes frágiles e ingresados, la cifra también se incrementa de forma notable.

Además, la enfermedad puede conducir a aislamiento social, ya que el miedo a atragantarse y la necesidad de texturas modificadas dificultan la participación en comidas familiares y sociales. “Muchos pacientes dejan de disfrutar de algo tan cotidiano como comer. Esto afecta a su bienestar emocional y a su integración social. El tratamiento no solo es clínico, también humano”, ha señalado la especialista. 

La gravedad de sus consecuencias hace necesario establecer medidas terapéuticas que permitan evitar sus complicaciones. El tratamiento puede ser compensatorio, rehabilitador o una combinación, de ambos, e incluye: adaptación de texturas y viscosidades (evitando alimentos con grumos, pegajosos, duros o con líquido en su interior), posturas seguras durante la ingesta, higiene oral estricta, espesantes y aguas gelificadas para garantizar la hidratación, menaje adaptado, supervisión del cuidador y ejercicios de deglución y rehabilitación muscular.

Además, cuando la alimentación por vía oral no es segura o existe desnutrición y/o sarcopenia, es necesaria una intervención nutricional especializada. “La disfagia sarcopénica se debe a la sarcopenia, es decir, a la pérdida progresiva de masa y fuerza muscular de los músculos de todo el cuerpo y de la deglución. Es un factor de riesgo importante para desarrollar desnutrición, ya que condiciona una ingesta oral reducida”, ha incidido Emilia Cancer.

El papel del endocrinólogo

El tratamiento de la disfagia requiere una intervención integral que combine evaluación clínica, adaptación de dieta, rehabilitación y soporte nutricional. Así lo asegura la Dra. Emilia Cancer, quien ha comentado que “el abordaje de la disfagia está estrechamente ligado a la prevención de sus graves consecuencias, sin olvidar la importancia del acompañamiento y búsqueda de la mejora de la calidad de vida del paciente”. Para ello, resulta imprescindible una estrategia multidisciplinar que incluya la colaboración de endocrinólogos, otorrinolaringólogos, rehabilitadores, logopedas, geriatras, digestivos, neurólogos y oncólogos.

“El especialista en Endocrinología y Nutrición, con su visión holística del problema, aporta las soluciones más integradoras, multi e interdisciplinares, que permitirán mejorar la seguridad del paciente y su calidad de vida. De hecho, desde la SEEN nos estamos implicando en ello fuertemente, desarrollando diferentes herramientas de formación para cuidadores, pacientes y profesionales con el objetivo de apoyar la atención de los pacientes con disfagia, como el Aula Virtual SEEN”, ha indicado la especialista.

Así, el estudio RECALSEEN (Recursos y Calidad en Endocrinología y Nutrición) realizado por la sociedad, en el que se analiza la situación de los Servicios de Endocrinología y Nutrición a nivel nacional, destaca en su última encuesta la presencia y participación de los endocrinólogos en comisiones clínicas de disfagia hasta en el 40,5% de los centros hospitalarios y también la existencia de consultas monográficas de disfagia orofaríngea en el 38,8% de los servicios de endocrinología de los centros hospitalarios de España.

Por su parte, uno de los avances más importantes en los últimos años para el abordaje de la disfagia ha sido la creación de la “International Dysphagia Diet Standardisation Initiative” (IDDSI por sus siglas en inglés), que ha permitido definir globalmente las texturas de alimentos y viscosidades de líquidos para mejorar la seguridad. También han surgido nuevas propuestas como la gastronomía molecular aplicada a la disfagia dentro de la restauración adaptada e innovaciones en rehabilitación neuromoduladora con resultados prometedores.

“El mayor reto ahora es la implementación real en hospitales, residencias y hogares, así como aumentar formación a cuidadores y profesionales. Se debe establecer un plan de atención nutricional individualizado, cribado temprano, disponer de algoritmos de actuación y llevar a cabo un abordaje multidisciplinar para frenar complicaciones graves”, ha concluido la doctora.